Por Alejandro Mondragón
Contrario a lo que opinaron propios y extraños, la relación institucional y personal entre gobernador Alejandro Armenta y el alcalde José Chedraui se encuentra en su mejor momento.
El punto de tensión ocurrió con el tema de la inseguridad que concluyó con el relevo del secretario de Seguridad en la capital, y la coordinación total con el Estado.
El lenguaje corporal muestra que no existen celos de protagonismo, como ocurrió con Rafael Moreno Valle y Eduardo Rivera, ambos panistas.
Menos ataques mediáticos para dejar en claro quién mandaba, como sucedió con Miguel Barbosa y Claudia Rivera, los dos del mismo partido.
Tampoco vigilancia con infiltrados en el Cabildo o gabinete, como pasó con Manuel Bartlett y Rafael Cañedo Benítez, supervisado por los mentados “Hombres del Cambio” y Ricardo Menéndez.
Mucho menos acusaciones al más alto nivel por rivalidad política, como existieron entre Mariano Piña Olaya y Guillermo Pacheco Pulido.
Armenta y Chedraui tienen comunicación directa. Aparecen en actos públicos e integrados en el respeto de las jerarquías.
Alejandro nada le escatima a José, en estos más de 100 días que llevan juntos, uno como gobernador, otro como alcalde.
Los dos traen su propio estilo. No se sudan calenturas ajenas. Hay respeto a espacios políticos, como ocurrió en la invitación a senadores y diputados federales para asistir a la Feria de Puebla.
Se viene en unos días el aniversario de la fundación de la ciudad de Puebla; la inauguración de la Feria, todo de cara a su primer grito en Palacio Municipal, donde han existido, en otras épocas, desde codazos hasta ausencias.
