Por Alejandro Mondragón
El gobernador Alejandro Armenta Mier señala que buena parte del atraso económico, educativo y social de Puebla se fundamenta en la inestabilidad generada por seis años perdidos con igual número de gobernadores.
Sí, en un sexenio (2018-2024) estuvieron Martha Érika Alonso, Jesús Rodríguez Almeida, Guillermo Pacheco Pulido, Luis Miguel Barbosa, Ana Lucía Hill y Sergio Salomón Céspedes Peregrina.
Cada uno con su propio estilo, equipo e intereses, mientras la sociedad miraba como lo que para unos estaba excelente, para otros, peor.
Tampoco hay que olvidar que los últimos gobernadores de seis años acabaron repudiados con una Puebla rezagada y sometida al yugo de su autoritarismo. Quizá se salvó Melquiades Morales.
Mariano Piña Olaya (1987-1993). Señalado como el mandatario más corrupto y cínico que haya tenido Puebla en la época donde el descaro era política pública. Después de dejar el cargo jamás se le volvió a ver, tras una rechifla que recibió en un restaurante de La Paz cuando pretendía comer.
Manuel Bartlett Díaz (1993-1999). Gobernó con mano dura. Se distanció de sectores importantes de la sociedad. Regresó a Puebla, dos veces como senador, pero ahora se le acusa de enriquecimiento en el ejercicio público. Disponer de una fortuna en bienes y empresas, al amparo de la familia. Le revivieron el tema de “Kiki Camarena”, tras la extradición de Rafael Caro Quintero.
Melquiades Morales Flores (1999-2005). Es la excepción de la regla de los sexenios a salto de mata. Todavía reaparece en la vida social poblana. Se pasea por las calles, sin recibir mentadas de madre. No lo persigue el desdoro y sigue en el PRI.
Mario Marín Torres (2005-2011). Envuelto en el escándalo de las grabaciones con el empresario Kamel Nacif contra la periodista Lydia Cacho, el mandatario eclipsó su sexenio de principio a fin. Pudo más la vox populi que la verdad jurídica. La sociedad lo condenó y, ahora, la justicia federal lo encarceló.
Rafael Moreno Valle (2011-2017). Cuando más poderoso se sentía, con dinero, relaciones políticas, un proyecto presidencial en formación para detener la 4T, murió. Su legado hoy cuestionado, señalado, su obra quedó reducida a cenizas. Los suyos perseguidos o entregados.
Los exmandatarios que quisieron pasar a la historia como los mejores, acabaron como los peores. Historias de horror y terror se han escrito de cada sexenio.