Por Valentín Varillas
Un año más de la muerte de Luis Donaldo Colosio y un nuevo guiño de destape político de su vástago.
Esta vez, con un discurso que no deja lugar a dudas de que el junior tiene proyecto.
Más bien, de que llegó el momento de echarle toda la carne al asador a un anhelo que lleva años estando ahí: el lograr lo que su padre no pudo, gobernar el país.
Al joven Colosio le falta mucho.
Ha demostrado muy poco en su muy corta carrera en la política nacional.
Pero el que se mencione como una carta posible para la elección del 2030, es otro ejemplo contundente de cómo la imagen del malogrado candidato del PRI a la presidencia ha permanecido hasta la fecha vigente en el imaginario colectivo de la mayoría de los mexicanos.
Y este posicionamiento de marca, la simple herencia del nombre, puede darle una ventaja competitiva real para pelearle la presidencia a Morena en el 2030.
De esta manera, a través de su hijo, el malogrado Colosio Murrieta podría cerrar el círculo que dejó abierto en aquel fatídico 94.
Porque el voto sería por él, por su recuerdo, por lo queda de su imagen y por un supuesto legado con el que se ha lucrado por décadas, pero que en la realidad fue únicamente una quimera.
Algo que en teoría pudo haber sido mucho, pero que la muerte truncó.
Luis Donaldo Colosio acabó convirtiéndose en el arquetipo del político ideal, sin haberlo podido demostrar en vida.
Su desempeño en los cargos que llegó a ocupar como diputado, senador y presidente de su partido, además de Secretario de Desarrollo Social, pueden ser considerados como “buenos”.
Era un perfil de toda la confianza de aquel grupo de neoliberales que se apoderaron del país, de tal forma que, contra viento y marea, el propio presidente Salinas lo ungió como su delfín.
Pero nada muy distinto a lo que ya habíamos visto en otros procesos sucesorios.
Tal vez lo único realmente disruptivo de su carrera política fue aquel discurso que dio en el Monumento a La Revolución, en donde se atrevió a enfrentar a la nomenclatura priista de la época y amenazo con romper aquella intocable simbiosis partido-gobierno que imperaba en la política mexicana de la época.
Juran hasta la fecha que esas líneas le acabaron constando la vida.
La marca Colosio y su vigencia en términos de opinión pública y publicada, se basa en principalmente en el martirologio.
En su papel de víctima de un complot interno, operado desde dentro del mismo grupo político al que pertenecía, para quitarlo de en medio y evitar que perdieran sus privilegios.
Privilegios que por cierto, les arrebató sin la menor consideración Ernesto Zedillo al llegar a la presidencia.
Vaya paradoja.
Lo que vimos de Luis Donaldo Colosio en vida, no alcanza, si aplicamos el realismo más puro, para sostener la leyenda.
Mucho menos para que, a 31 años de su asesinato, le alcance a su hijo para aspirar seriamente a convertirse en presidente.
Es evidente que, ante la falta de liderazgos auténticos y perfiles potencialmente competitivos, la posible candidatura de Colosio Jr. puede ser una medida desesperada para una oposición que en lo electoral se encuentra totalmente desarticulada.
Es apenas el primero en apuntarse de una prematura lista que irá creciendo con el paso de los meses y también como consecuencia de los errores y omisiones del actual gobierno.
Será interesante ver qué otros perfiles la integran y sobre todo: cómo se harán pedazos entre ellos.