Por Alejandro Mondragón
Sin prisas ni reflejos para enfrentar lo que será la constante del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, fue la respuesta del gobierno mexicano a la imposición del 25 por ciento en aranceles.
Eso de pretender quedar bien con el mandatario estadounidense para evitar que se enfurezca, tampoco fue bien visto por los mercados.
El anuncio de la presidenta Claudia Sheinbaum de organizar una asamblea popular en el zócalo para este domingo 9 a las 12 horas, donde se supone responderá con medidas arancelarias y no arancelarias a Trump, provocó un alza en el peso y caída en la bolsa de valores.
El entonces presidente Luis Echeverría Álvarez solía convocar a las centrales obreras, campesinas, sector popular y burócratas a marchar para concentrarse en el zócalo para enfrentar a los enemigos de México. “A esas fuerzas reaccionarias del exterior que buscan desestabilizar al país; los mexicanos no lo permitiremos”, arengaba con su “Arriba y Adelante”.
¿Y luego?
A México se lo llevó el carajo.
El patrioterismo es el peor consejo que se puede dar en estos momentos a quiénes resultarán afectados por el alza del 25 por ciento en el arancel. Les resta competitividad.
Esperar hasta el domingo para que se use la soberanía y demás mamadas demagógicas, puede ser muy contraproducente, debido a que México reporta una fragilidad económica y un elevado riesgo de desempleo.
Y en Puebla, con los dos pilares automotrices de la región en peligro de pérdida de competitividad, Volkswagen y Audi, salen con el impulso al proyecto de Auto Tren que Tlaxcala ni se atrevió a ejecutarlo ante el evidente fracaso.
Ya nada más falta que el secretario de Economía, Víctor Gabriel Chedraui, también le llama “Cuca” a la más grande de las zarigüeyas que estarían ocultas en el área de maquinistas (Homero Simpson dixit)