Por Alejandro Mondragón
La oposición en Puebla sigue reducida a su mínima expresión, peeeeero a sus dirigentes y lideresas parece tampoco importarles.
Después de la elección, PAN y PRI, principales fuerzas opositoras, enfrentan sus demonios internos. La otra: el PRD hasta el registro perdió y su último líder Carlos Martínez ya es funcionario del gabinete de Alejandro Armenta.
Acción Nacional se partió, ooootra vez, en dos. El grupo que controla hoy el partido, mejor conocido como Todos Unidos contra El Yunque, y las moronas de pan que quedaron en el Congreso del Estado y regidurías en la capital que son del bando contrario.
Nadie debe olvidar que Morena y sus aliados se llevaron la Presidencia, Gubernatura, tooooodos los escaños al Senado, Cámara de Diputados y Congreso local.
PAN y PRI prometieron hasta refundarse porque les había quedado claro que los votantes no los quieren de regreso.
Sin embargo, si analizamos comportamientos de estos dos partidos, el PRI está peor que cuando perdieron la gubernatura en 2010 ante el morenovallismo.
Reducidos a la nada, quizá sea la expresión más correcta para ubicar el papel en estos tiempos de los priistas. Que Delfina Pozos sea lideresa del partido, y coordinadora de ella única como legisladora local, lo dice todo.
El PAN tampoco se salva del desdoro político. Nada más hay que ver a su dirigente Mario Riestra Piña en una insulsa campañita digital contra el gobierno municipal de Puebla.
Aunque eso sí, los gobiernos de Alejandro Armenta y Claudia Sheinbaum son intocables.
Queda claro que el tamaño de oposición sí importa.
La actual es chiquita.