Por Valentín Varillas
Mario Riestra llegó puntual a la ceremonia religiosa que se llevó a cabo en la Catedral de Puebla, en memoria de Rafael Moreno Valle y Martha Érika Alonso.
Cumplió al pie de la letra –falta más- con todos los requisitos que marca el protocolo fúnebre: vestimenta oscura, seriedad absoluta, cara de supuesta consternación y una actitud de respeto a la memoria de los fallecidos.
Al término del evento y ya frente a los representantes de los medios de comunicación, continuó con la puesta en escena.
Aseguro tener “el mejor de los recuerdos” de los ex gobernadores.
Prometió además hacer todo lo necesario, desde el CDE del PAN, para que de manera recurrente se les rinda un “homenaje institucional” a estas figuras del partido.
Fue más allá.
Señaló que “ esos gobiernos panistas fueron infinitamente mejores que el primer sexenio de Morena”.
Frases y palabras claras, contundentes, demoledoras, que sin duda denotan admiración y cariño.
Nada que ver con las que le propio Riestra hizo públicas en octubre del 2019, en un programa de la radio nacional, en donde prácticamente se deslindó de Rafael.
Al aire, declaró que los atributos principales de RMV eran ser “autoritario, personal y pragmático”.
Que llevó el ejercicio del poder más allá del término constitucional al gobernar de facto “no seis, sino nueve años, a lo largo de estas tres últimas administraciones panistas en Puebla, por supuesto que se vive un desgaste muy fuerte. Y es ese estilo de hacer gobierno y política sólo para él. Esa parte me tocó vivirla de cerca”.
Y agregó : “el mérito pasaba a segundo plano y era siempre subordinado a la incondicionalidad”.
En resumen: lo describe como un déspota narcisista, con un desprecio absoluto por la democracia y la dignidad humana.
Vaya cambio.
Pero hay más.
Faltaba que el nuevo líder estatal del blanquiazul, le colgara la etiqueta de ladrón.
Durante su campaña en busca de la presidencia municipal de Puebla, convenció al CEN panista de denunciar penalmente a su principal operador, a quien el propio Rafael describió en su momento como su hombre de mayor confianza, Eukid Castañón, por un desvío de recursos públicos del orden de los 568 millones de pesos.
En la lógica de quien perdió por 130 mil votos la capital, aquel gobernador todopoderoso, autoritario, que ejercía una estrategia de control total y absoluto de todo lo que tenía que ver con su gobierno, no se enteró de que uno de sus más cercanos se estaba robando semejante cantidad de recursos del erario estatal.
Como si se le hubiera podido engañar con semejante tema.
Riestra, quien da fe de haber “vivido de cerca” el estilo personal de Moreno Valle, sabe de sobra que no se movía nada que tuviera que ver con su administración e intereses –de todo tipo – sin su voluntad y consentimiento.
Por lo mismo, está consciente de que si hubo tal desvío, fue con su autorización.
Si no lo hubo, entonces mintió para intentar sacar una ventaja competitiva en las urnas que al final, no le sirvió de nada.
Vaya deslices discursivos, llenos de monumentales contradicciones.
Lo cierto es que , evocar a los Moreno Valle sirve mediáticamente como estrategia de rompimiento absoluto con el grupo de panistas hegemónicos que hasta hace algunas semanas tenían el control total del partido.
Se pretende evocar otros tiempos: los de las constantes victorias, para intentar borrar del imaginario colectivo las más recientes y vergonzosas derrotas.
La estrategia no es idea de Riestra, para nada.
Viene de quien, en los hechos, funge y ejerce como el verdadero líder del PAN poblano: Jorge Aguilar Chedraui.
Él sí, un morenovallista de cuna y cepa, incapaz de traicionar el legado o la imagen de quien fuera su gran maestro en la política.