Por Alejandro Mondragón
Bien se afirma que los carniceros de ayer serán las reses de mañana. En política eso siempre ocurre cada seis años.
Personajes señalados, exhibidos y atacados en el pasado, terminan por convertirse en los hombres y mujeres de mayor confianza para el gobernante en turno.
Y todos se cuadran. Los defectos de ayer se traducen en afectos de hoy.
Es la naturaleza humana de aquellos que se dejan usar para golpear sin misericordia al adversario, peeeeeero meses después a tragar sapos sin hacer gestos.
Tal es el caso de dos personajes. Ambos pertenecientes a la burbuja del gobernador electo, Alejandro Armenta Mier.
Uno, José Luis García Parra; el otro, Fredy Erazo. Los dos cercanísimos colaboradores en el Senado que apenas asomaron la cabeza, se les lanzaron misiles mediáticos.
Al primero, próximo jefe del gabinete estatal, lo exhibieron con el tema del AudiR8 aquellos que hoy lo alaban y lo llaman el número 2. No mamen.
Al segundo, magistrado y próximo presidente del Tribunal Superior de Justicia, lo lincharon en su intento de convertirse en magistrado electoral. De abogado de delincuentes y narcos no lo bajaron.
Sí, los mismos que desde ahora le encontraron virtudes que jamás le vieron.
El problema nunca será de quiénes encabezaron la guerra sucia, sino de Parra y Erazo por dejarse dar caricias por parte de sus golpeadores.
En estos tiempos de canallas, existe una competencia por ganarse la mejor cromada en un post de las redes sociales, porque en política también existe la corte con aduladores, damiselas, heraldos y bufones.
Lo que hay.