Por Valentín Varillas
El primer tema importante que tendrá que atender la próxima secretaria de Movilidad y Transporte del gobierno estatal, será el de la tarifa del transporte púbico.
Entrarle de lleno a la siempre complicada negociación con los concesionarios, en un asunto que tiene muchas implicaciones de tipo político.
No existe una receta como tal, que le permita a Silvia Tanús alcanzar aquellos acuerdos que le permitan a los usuarios el tener un mucho mejor servicio y garantizar su cumplimiento por parte de quienes operan las rutas.
Sin embargo, un muy buen comienzo sería no cometer los mismos errores que cometieron sus antecesores.
Guillermo Aréchiga en tiempos de Miguel Barbosa, por ejemplo.
En las mesas de negociación, el entonces gobernador lo instruyó a defender siempre los intereses de los usuarios, no los de los concesionarios.
Sin embargo, los intereses particulares del entonces funcionario y la falta de pericia al momento de operar el tema, lo hicieron fracasar.
Algo muy raro se dejaba ver desde el principio.
Cuando de manera sospechosa, Guillermo no quiso comprometer a los operadores de las rutas a otorgar un descuento a los estudiantes.
Sobre todo, cuando ya se había acordado un aumento de más del 40% en la tarifa.
En coyunturas anteriores, los estudiantes poblanos eran uno de los primeros sectores beneficiados con tarifas preferenciales, en apoyo a su economía personal y la de sus familias.
La omisión del secretario llevaba ya, desde entonces, el tufo del acuerdo en lo oscurito y de la traición a Barbosa.
Más allá de “sumar”, en beneficio del gobierno para el que trabajaba, el funcionario siempre jugó las cartas oficiales a favor de quienes tienen el control de las rutas comercialmente más rentables.
“Sus cuates”-como lo reconocía en corto.
El tema de la omisión del descuento a estudiantes le generó al gobierno estatal un desgaste innecesario.
En lo político y en lo mediático.
Movilizaciones estudiantiles en varios municipios del estado –las más severas en Tehuacán- y manifestaciones generalizadas en rechazo a la medida, por parte de organizaciones e instituciones educativas, obligaron a que se diera marcha atrás.
Los transportistas, de inmediato, mandaron el mensaje de que no estaban de acuerdo, de que sus ingresos iban a ser afectados de manera importante y de que tomarían las medidas que consideraran pertinentes.
Entre ellas, por supuesto, el paro.
Pero al final, acabaron confiando en “el amigo”.
Los concesionarios jamás se sintieron obligados a cumplir con los compromisos adquiridos, porque sabían que tenían en la secretaría alguien que les cuidaba las espaldas.
Por eso, hasta hoy, la mayoría de las unidades luce igual que siempre, sin cambios importantes.
Viejas, descuidadas, inoperantes y sobre todo: muy inseguras.
Una realidad muy lejana a la que, cada vez que quieren aumento, prometen.
Lo peor es que nada realmente importante ha cabiado, hasta la fecha.
El dignificar el transporte público poblano sigue siendo un enorme y muy viejo pendiente.
Alejandro Armenta ya definió la ruta crítica que normará las relaciones de su gobierno con los transportistas.
Tiene a su lado a una mujer con experiencia, honesta, capaz e inteligente, para por fin dar los resultados deseados.