Por Valentín Varillas
Seguramente, al final se saldrán con la suya.
Definieron de manera unilateral y con toda impunidad un proceso de elección a modo, pero que no representa necesariamente la voluntad de militantes y simpatizantes.
Por lo mismo, serán capaces de imponer en la dirigencia estatal del partido a uno de los suyos.
A alguien del grupo cuya misión única será el mantener el control de la franquicia por más tiempo.
El manejo de la caja, del dinero de las prerrogativas y de la facultad única de imponer candidatos a modo, aunque estén lejos de cumplir con los criterios básicos de la rentabilidad electoral.
Querrán en el PAN poblano replicar, en el fondo y en la forma, la elección que llevó a Jorge Romero a la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional.
Sin embargo, a diferencia de lo que ocurrió el fin de semana pasado, aquí sí habrá consecuencias.
Y no parecen ser menores.
Cada vez son más los inconformes con la forma en la cual se han manejado los jerarcas de la derecha estatal.
Los que han condenado al partido a rendir una plaza hasta hace poco considerada como un valioso bastión.
Juran que no se van a dejar.
Que ahora sí, a diferencia de otros tiempos, no hay negociación posible.
Que ya no hay cargos, posiciones, promesas o prebendas que alcancen.
Que van a llegar a las últimas consecuencias si, como todo parece indicar, Lalo Rivera y los suyos vuelven a “ganar” la dirigencia estatal.
¿Será?
Y la pregunta tiene sentido porque, no son nuevas las voces que se oponen al grupo jerárquico que hoy manda en Acción Nacional.
Tampoco es novedad que, al final, se acaban conformando con las migajas que les ofrecen para continuar vigentes en la política y la vida pública poblana.
Con eso se han conformado.
Así los han callado y domesticado.
¿Por qué tendría que ser diferente?
A favor de su credibilidad, hay que reconocer que los rebeldes han criticado con todo y públicamente, los yerros, omisiones y corruptelas que caracterizaron el más reciente gobierno de la capital.
Antes, esto resultaba impensable.
La ropa sucia se lavaba, siempre, en casa.
Vender institucionalidad y unidad, era la consigna, aunque no existieran en la realidad.
En contra de algunos, no todos, queda el registro de su aval al proceso que ungió a Jorge Romero como presidente nacional.
Una aberrante simulación, nada democrática, que al garantizar la continuidad de quienes controlan al partido desde el centro, minimiza las posibilidades reales de que en Puebla pueda darse un auténtico golpe de timón.
Por lo mismo, el acto de congruencia máximo sería su renuncia definitiva al PAN y el valor de buscar nuevos derroteros que les permitan tener un mayor peso específico en la vida pública del estado.
Parece que sería la única salida; que no tienen de otra, pero no creo que se atrevan.
Al final, todo este circo pudiera haber sido montado, como en otras ocasiones, con la única intención de encarecer una negociación.
Una muy rentable y conveniente rendición.