Por Valentín Varillas
La presidenta Sheinbaum confirmó ya que asistirá a la cumbre del G-20 que se va a llevar a cabo en Brasil en un par de semanas.
Sí, va ella, lo que aniquila la penosa política de los mandaderos ensayada en el sexenio anterior.
La de aquellos personeros que tenían que representar a nuestro país en el evento económico más importante del planeta, ante las constantes negativas de AMLO a presentarse.
Las razones pudieron haber sido muchas:
Por falta de confianza al no hablar otro idioma distinto del español.
Por la pereza de viajar varias horas en avión, o de plano por no entender a fondo de los temas relacionados con la globalización.
A estas alturas, qué más da.
Lo importante es que hoy, Claudia Sheinbaum nos deja muy claro que tiene una agenda internacional.
Pensada, diseñada y operada por ella misma, en donde se hará presente en aquellos eventos de primer nivel que puedan aportar a un mejor posicionamiento de México en el concierto mundial.
De esta forma, nos manda el mensaje muy claro de que su gobierno se moverá en este tenor, porque entiende que mucho de lo que sucede en el planeta tiene una repercusión directa en el país.
No se trata de un asunto de forma: hay mucho fondo en lo anterior.
Aunque no les guste a muchos, se trata de una prueba más de que la presidenta ejerce plenamente, como debe de ser, todas las facultades inherentes al cargo que ocupa.
Hemos visto ya muchas en apenas un mes de su gestión.
Sus visitas a la zona de desastre en Acapulco para reunirse directamente con los damnificados de los fenómenos naturales que azotaron al puerto.
No sólo con autoridades de los distintos niveles de gobierno y la élite militar, como lo hizo Andrés Manuel.
Igualmente, el ir armando el entramado legal que justificará la salida de Rubén Rocha como gobernador de Sinaloa.
Además, poco a poco, las referencias personales a su antecesor van desapareciendo sistemáticamente del discurso público.
Y nada de todo lo anterior es casualidad.
En este contexto, Sheinbaum realizará su primera gira al extranjero.
Un viaje muy distinto al primero que realizó López Obrador en su sexenio.
Aquel en donde lo obligaron a darle un espaldarazo electoral a Donald Trump, después de que intercediera para que devolvieran a México al general Salvador Cienfuegos.
El mismo que fue detenido por las autoridades norteamericanas, acusado de tener ligas con el crimen organizado.
Y es que, hay de viajes a viajes.
Y éste que hará la presidenta al G-20, no es uno que implique sumisión.
Al contrario.
Manda una señal muy buena, inmejorable, a los siempre caprichosos y muy susceptibles mercados internacionales.