Por Alejandro Mondragón
La última vez que los y las mentadas originarias de Morena fueron gobierno, todo acabó entre acusaciones de malos manejos, corrupción y nepotismo.
Sí, los puritanos y activistas morenistas, herederos directos del Lopezobradorismo llegaron a la Presidencia Municipal de Puebla en octubre del 2018.
Fueron encabezados por la inefable Claudia Rivera Vivanco, quien metió a la nómina a su hermana, amigos y permitió que su pareja sentimental se despachara con la cuchara grande.
Su hermana fue acusada de inflar costos en las despensas entregadas por el DIF. Ahí están las acusaciones en la Contraloría Municipal y la Auditoría Superior del Estado.
Sus amigos, Andrés García Viveros, por ejemplo, fue señalado de cobro de moches e incurrir en acoso sexual.
La pareja sentimental, Roberto Zataraín, operó factureras y empresas fantasmas con el beneplácito de la Tesorería. El colmo fue el timo hecho con los respiradores mecánicos que fueron exhibidos por el barbosismo.
Y su aliado político, Alejandro Carvajal, ¿qué dijo? ¿qué hizo?
Nada. Guardar silencio absoluto ante las tropelías.
Es la hora en la que la cuenta pública de la señora Rivera Vivanco no ha sido aprobada por el Congreso del Estado.
Pero ahora, sin importar lo que hicieron en el trienio antepasado, se lanzan con críticas al gobierno municipal entrante de José Chedraui, por no incluir a originarios y activistas morenistas.
Si en su oportunidad causaron el peor desastre para el partido guinda, al grado de perder la alcaldía en manos del PAN, sería un suicidio incluir a los fundadores/as que sólo sirven para servirse del poder.
Ahora sabemos la razón por la que Dios no puso alas a los alacranes.