11-10-2024 10:48:53 AM

Nada que celebrar

Por Valentín Varillas

 

Vaya festejo el que se llevó a cabo previo a la mañanera de ayer.

El presidente despidió a los miembros de su gabinete de seguridad.

Hubo tamales, porras, fotos.

De todo, menos resultados.

La estrategia en materia de combate a la delincuencia fue un rotundo fracaso en el primer gobierno de la 4T.

Fallaron los abrazos y faltaron los balazos.

Al término del sexenio, México vive una espiral de sangre y violencia en prácticamente todo su territorio.

Fenómenos que se encontraban focalizados en ciertas zonas geográficas, se han extendido ya a lo largo y ancho del país.

Con las fatales consecuencias que esto conlleva.

Nadie se salva.

Y lo peor: parece que el gobierno federal se ha rendido ya en lo que se supone es su principal obligación.

Esa que se centra en cuidar a los ciudadanos que cumplen y observan la ley, de aquellos que de plano no lo hacen.

Los poderes de facto mandan ya más que las autoridades legítimamente establecidas.

Ellos deciden quién vive y quién no, qué negocios florecen o bien desaparecen.

Ya vimos con toda crudeza que también inciden directamente en la vida interna de los partidos políticos.  

Que palomean y vetan candidatos.

Y que se paga con sangre el no seguir al pie de la letra sus disposiciones.

No hay que irse con la finta: esta realidad no es nueva, pero no cambió en estos tiempos de supuesto cambio político.

El nivel de infiltración de criminales en las instituciones públicas del Estado mexicano tampoco llegó con Morena.

Más de cuatro décadas de auténticas historias de terror así lo comprueban.

Pero este cáncer maligno que ha hecho metástasis en un tejido social que se desintegra aceleradamente, avanza imparable.

Como antes, como siempre; a pesar de que se sigue manteniendo en el discurso aquella frase obsesiva del “no somos iguales”.

Sin embargo, en materia de seguridad pública cómo se parecen todos; desgraciadamente para mal.

No se ve que exista una cura para tan complicada realidad.

Por lo menos en el mediano plazo.

Y a pesar de que se trata de la principal preocupación de los habitantes de este país, la falta de resultados concretos no se vio reflejado en las urnas.

Porque el oficialismo repitió y de qué manera; por paliza.

La enorme mayoría de los votantes prefirió la continuidad, antes del regreso de quienes en su momento también fracasaron.

Tampoco es tan complicado el análisis.

Claudia Sheinbaum tiene ante sí un enorme reto: modificar no sólo los números fríos en materia de comisión de delitos, sino la percepción ciudadana en materia de seguridad pública.

Este será – a medida que la paciencia se agota- el indicador estrella mediante el cual se evaluará la primera etapa de su gobierno.

Justo o no, también será una realidad para el resto de las autoridades de los distintos niveles y de todos los partidos, que estrenarán cargo en unas semanas.

Vaya paquete.

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