Por Alejandro Mondragón
Sergio Salomón Céspedes Peregrina inició la gira del adiós, como gobernador de Puebla.
Y en los primeros recorridos se ha percatado de la legitimidad alcanzada en el ejercicio del poder.
Salomón Céspedes llegó a la gubernatura, tras la muerte de Luis Miguel Barbosa. El Congreso del Estado lo nombró mandatario sustituto.
Pudo “flotar” como suelen hacer los gobernantes que cierran como relevistas los sexenios, pero no.
Le entró al callejón de la política, tendió puentes, reconcilió sectores y abrió sus oficinas, incluso a quienes piensan diferente.
Salomón inyectó millones de pesos en proyectos de obra que por el tiempo de gestión que tenía parecían imposibles: Ciudad Universitaria 2; la nueva sede del Poder Legislativo próxima a inaugurarse; la nueva Central de Autobuses del Sur; el campus del Politécnico Nacional, además de obras carreteras al interior del estado; y circuitos viales en la zona metropolitana de Puebla, por mencionar algunos.
Fue a los pueblos, se reunió con liderazgos regionales, entró a mercados y plazas públicas.
Ahora que anunció la gira del Adiós se da cuenta que la legitimidad del gobernante no sólo se obtiene en las urnas, sino en el ejercicio del poder.
En hacer el bien y cambiar vidas. Esto también lo sabe Gaby Bonilla, presidenta del DIF, quien lo acompaña en la despedida.
Deja un estado en paz a Alejandro Armenta, operó políticamente en lo que tocaba para entregar buenas cuentas a Claudia Sheinbaum, quien ya anticipó que Salomón, Sergio claro, formará parte de su gabinete ampliado.
Ya lo cantó Gustavo Cerati: decir adiós es crecer.