Por Alejandro Mondragón
PRIMERA PARTE
Los próximos secretarios de Seguridad en el Estado y Municipio, sin duda, estarán sentados en un barril de pólvora.
La principal exigencia es dar tranquilidad a las familias poblanas, en el combate al crimen en todas sus manifestaciones.
El problema, en los últimos años, es que los titulares han salido por la puerta de atrás, ante las componendas que montan con la delincuencia.
El ejemplo más elocuente ocurrió en el sexenio de Mariano Piña Olaya, quien trajo foráneos a controlar la inseguridad.
Los hijos del coronel Marcelino Inurrieta de la Fuente, primer director de la tenebrosa Dirección Federal de Seguridad en México, llegaron a Puebla de la mano del entonces gobernador Mariano Piña Olaya.
Les entregó todo el control de la seguridad pública desde la Policía Judicial, adscrita a la Procuraduría de Justicia.
Y con ello proliferaron los primeros asaltos por la vía de comandos que igual levantaban, secuestraban y toleraban el aterrizaje de avionetas cargadas de droga en Huejotzingo y Valsequillo.
La sociedad poblana callada.
Sus recorridos nocturnos a bares y prostíbulos de la ciudad eran de antología, pero nadie decía nada hasta que la amante de un general de la XV zona militar fue agredida en su domicilio, junto con su hija.
El agraviado llegó con pistola en mano hasta la sede de la Procuraduría para matar a los hermanos Inurrieta. El entonces secretario de Gobernación, Marco Antonio Rojas, logró calmar los ánimos.
Piña Olaya que sólo había venido a Puebla por sus mujeres y dinero soltó una carcajada por las “pillerías de sus muchachos”, pero semanas después los hermanitos siguieron en sus desmanes y se metieron a la casa del empresario Don Pedro Bubid, quien después del saqueo pidió la intervención del presidente Carlos Salinas.
Los fuereños se marcharon de Puebla rumbo a Tamaulipas. Jamás se les volvió a ver.
Mañana le seguimos con los operadores y secretarios de Seguridad de los gobernantes que sucedieron a Piña Olaya y sus “muchachos”, pues resultaron también ser unas fichitas.