Por Valentín Varillas
Al igual que a nivel nacional, en Puebla, el peor enemigo del PAN está adentro del PAN.
Y en la cabeza de sus propios órganos directivos.
Los números fríos arrojan una verdad contundente: Augusta Díaz de Rivera y Jesús Zaldívar son los peores dirigentes que ha tenido el blanquiazul, desde que en México el voto realmente cuenta para la elección de gobernantes.
Su incapacidad para diseñar y operar una estrategia electoral que les sumara sufragios en las urnas fue monumental.
Recordemos:
Derrota por 900 mil votos en la elección a gobernador del estado.
Derrota por 120 mil votos en la elección a presidente municipal de Puebla.
Derrota en los 16 distritos federales poblanos, incluyendo por supuesto los 4 de la capital.
Derrota en los 26 distritos locales del estado, 7 en la capital, por casi el doble de los votos.
Con todo y esto, l@s general@s de las derrotas rehúyen cobardemente su responsabilidad en el desastroso desempeño de su partido en la pasada elección.
Hablan de elección de estado, de fraude electoral y ponen cualquier pretexto con tal de distraer a la opinión pública de su monumental ineptitud.
Y lo peor: el grupo que los protege al interior del partido ya mueve las piezas para llevar mano en el proceso de renovación de sus dirigencias.
Una locura.
Un partido perdedor, que fue repudiado en las urnas y que se niega a ensayar un proceso de cirugía mayor que le permita adaptarse a la nueva realidad nacional.
Esa que, por soberbia, no pudieron o no quisieron leer.
Terrible.
Militantes y simpatizantes no se merecen un PAN así.
El país tampoco.
Y es que, oposiciones fuertes, estructuradas, obligan a los gobiernos en turno a esforzarse más.
A ser mejores para en su momento recibir el premio de ser ratificados en el poder a través del voto ciudadano.
Aquí no va a pasar así.
El oficialismo tiene enfrente años y años de auténtico día de campo en donde saben que sus adversarios están condenados al fracaso.
A seguir disfrutando de sus enanos privilegios de pandilla, a cambio de no seguir siendo una opción competitiva en lo electoral.
Y lo peor: las voces disidentes no alcanzarán la fuerza necesaria para lograr la tan necesaria renovación.
Serán aplastadas por los eternos perdedores que, aunque muy menores, tienen todavía el control de los órganos internos más importantes en la toma de decisiones en Acción Nacional.
Todo, por supuesto, con la complacencia del Comité Ejecutivo Nacional, que implementará exactamente la misma estrategia.
Claro, con tal de que el inútil de Marko Cortés y su camarilla, a costa de lo que sea, siga disfrutando en lo personal de los beneficios que supone el ser parte de la burocracia dorada del país.
“Disfruten lo votado”- los poquísimos que así lo hicieron.