Por Alejandro Mondragón
Por la forma en que se acerca el desenlace de la jornada electoral, la oposición a la Cuarta Transformación construye el escenario para ensuciar el proceso.
Los números no le alcanzan a Xóchitl Gálvez. En percepción política, la puntera Claudia Sheinbaum arrastrará a su favor otras campañas en estados y municipios.
En el imaginario colectivo se prevé una alta votación hacia la exjefa de Gobierno de la Ciudad de México.
Peeeero qué ocurre cuando no te va a alcanzar para ganar y seguro pierdes.
Pues comienza el consuelo del perdedor: ensuciar el proceso, que su derrota sea resultado de trampas, de las ligas de la ganadora con lo peor de la sociedad y uso de estructuras de gobierno.
La diferencia de votos tampoco justificaría la impugnación de los comicios, pero sí su desarrollo.
Ya le comenté de la generación de condiciones de inestabilidad en los nueve estados donde habrá elecciones. El uso del discurso de la inseguridad que rebasa a las autoridades se sostendrá para producir una especie de caos, en distintas regiones del país.
En redes sociales no sueltan sus temas de narco candidatos y cualquier hecho delictivo, sin importar origen, es incluido en el catálogo de lo electoral.
Los árbitros de la contienda, El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y el INE han sido más permisivos en la narrativa opositora.
Hace unas semanas, la propia Claudia Sheinbaum advertía del riesgo de anular la elección, vía una maniobra legaloide de tribunales para no reconocer su victoria.
Por eso, está mal que candidatos de la 4T, como José Antonio López y alguno que otro zoquete, entren al juego opositor.
Eso pasa cuando se pierde de perspectiva que no basta hoy en México con ganar, sino se requiere convencer.