Por Alejandro Mondragón
La campaña de Claudia Sheinbaum ya se enfila, sin tormenta enfrente, rumbo al 2 de junio.
Después del primer debate su proyecto prendió, elevó el ánimo en los suyos y se le mira como la mujer con mayores posibilidades de convertirse en la primera presidenta de México.
Los astros se le alinean mejor que la luna al sol con el eclipse. Eso que Xóchitl Gálvez haya reconocido -en el posdebate- que no ganó el debate, pone a la oposición en dirección al cadalso.
El grave problema para Sheinbaum es que perfilada como la mejor posicionada para ganar, aspirantes a senadores, diputados federales y alguna que otra candidata a la alcaldía seguirán en la hueva electoral en espera de la ola claudista.
Sí, tal como ocurrió en 2018 con Andrés Manuel López Obrador. Se subieron a la marea del Peje, sin hacer campaña, pero al final gritaron a los cuatro vientos que ellos fueron quienes ganaron.
En Puebla, salvo Alejandro Armenta y Pepe Chedraui que no paran, el resto anda en espera de la ola claudista.
Las campañas a senador/a, legisladores federales y diputados locales están de pena ajena.
Es inconcebible que sólo hagan selfie campañas, no hay ideas, se desconoce la labor legislativa o se han dado casos que las candidatas se pierden porque desconocen los distritos.
Una pinche calamidad que los aspirantes se conviertan en rémoras electorales, sólo atenidos a que por la marca Morena y Sheinbaum vayan a triunfar.
Que se vayan olvidando su seis de seis en la boleta electoral, a lo mucho se alcanzaría el tres de tres con el riesgo que baje la votación por los aspirantes al senado, cámara de diputados y Congreso local no están haciendo campaña.
No saben, se pierden en los distritos y se están chingando lo poco del dinero.
Es verdad, sin exagerar.