Por Valentín Varillas
Esa parece ser la indicación de los estrategas de campaña de la candidata del oficialismo a la presidencia.
Evitar exponerla a ambientes hostiles, en un afán casi obsesivo de protegerla de cualquier crítica o comentario adverso.
Cancelaciones a foros como la plenaria de Citibanamex y a encuentros universitarios con alumnos de la Ibero y el ITAM son ejemplos claros de lo anterior.
Banqueros y jóvenes se han quedado con las ganas de escuchar qué lugar ocupan en las prioridades de quien puede convertirse en la próxima jefa del ejecutivo federal.
Mal, muy mal.
Y aunque los expertos aseguren que este tipo de decisiones son adecuadas cuando se tiene la ventaja en una contienda, también reflejan un enorme miedo de salir de la muy cuidada zona de confort.
De abrirse a señalamientos concretos de quienes no forman parte de los aforos a modo que han caracterizado sus eventos a lo largo y ancho del país.
Y peor: se manda el mensaje de que no existen los argumentos suficientes, claros y concretos, para salir bien librada de estas aduanas.
No parece haber suficiente parque para llevar a cabo una defensa efectiva del primer gobierno de la 4T.
En sus tres campañas presidenciales, López Obrador no tuvo empacho en enfrentar a sus críticos en cualquier arena, por muy adversa que fuera.
Historia hicieron sus desencuentros con adversarios políticos, empresarios y periodistas, por ejemplo.
Ganó muchos adeptos subiéndose al ring.
Encarándolos y saliendo al paso de cualquier señalamiento negativo a su persona, estilo, o proyecto de gobierno.
Los votantes potenciales se identificaron de inmediato con aquel político rebelde.
El eterno anti-sistema víctima de todo tipo de complots orquestados por los tiranos opresores del pueblo.
Claro, era otra realidad.
Ni AMLO ni sus cercanos habían ejercido el poder.
Se podía hacer pedazos todo lo hecho por otros gobiernos, sin temer al efecto búmeran.
Total, en el papel, siempre se tienen las mejores soluciones para los grandes males que azotan al país.
Otra cosa muy distinta es la obligación de dar resultados.
Sin embargo, a pesar de las limitantes que supone aspirar a la presidencia desde el mismo grupo que hoy detenta el poder, a Claudia Sheinbaum no le vendrían mal unos rounds de sombra con quienes no comulgan con ella.
Porque si gana la elección, se los va a topar muchas veces a lo largo de su sexenio.
Tendrá que escucharlos y tomarlos en cuenta al momento de gobernar.
Porque se supone que será la presidenta de todos los mexicanos, no sólo de aquellos que la votaron en las urnas.
¿O no?
Ya con la banda a cuestas, no va a poder esconderse siempre.
Rehuirles siempre.
Hasta ahora, la candidata nos ha privado de un muy buen ejercicio para medirla bajo presión.
Y de paso, ha cancelado la posibilidad de que su equipo de campaña establezca un muy valioso parámetro para determinar si es necesario rectificar o ratificar la estrategia que han ensayado hasta el momento.
La protectora caja de cristal, no siempre es un reflejo fiel del mundo real.