Por Alejandro Mondragón
Don Juan Martínez de Aguayo compró en 1644 un inmueble en el Barrio del Alto, 72290, en la ciudad de Puebla.
Con el tiempo el predio fue utilizado para almacenar granos y después ocupado para la crianza de cerdos.
Los lugareños de la época conocieron el sitio como La Marranera y así se le quedó el nombre.
Siglos después, el gobernador Melquiades Morales Flores rescató el lugar para convertirlo en la sede del Poder Ejecutivo.
Antes de su transformación, La Marranera fue fumigada y cuentan que era imposible abrir las puertas y ventanas, porque el sitio estaba infestado de alimañas, cucarachas, roedores y víboras prietas.
La Marranera ha sido ocupada por Melquiades Morales, quien la bautizó como Casa Aguayo; Mario Marín Torres y Luis Miguel Barbosa.
Ahora que se avecina una nueva contienda electoral por la gubernatura se registra la batalla por La Marranera. Los políticos dirán por Casa Aguayo.
Pero lo cierto es como van los tonos y la incorporación de personajes impresentables a los equipos de campaña, Alejandro Armenta y Eduardo Rivera se disputan La Marranera.
Faltan 34 días para el arranque de la campaña por la gubernatura de Puebla, por lo que ambos candidatos y, alguno que otro a la alcaldía, se ha rodeado de perfiles que conocen bien la guerra sucia, las cloacas del desprestigio y el navajazo limpio.
Puede que algunas voceras y voceros se queden en el camino, porque es tal su ego que ni se soportan ellas mismas. Ya Paola Migoya se retiró de la campaña de Alejandro Armenta. Su pasado la alcanzó.
Peeeero ahí siguen más voces que en el morenovallismo formaron parte de los ejércitos de estiércol para ensuciar a opositores.
En la prianista también tienen a voceros que han descalificado a sus propios dirigentes partidistas, como es el caso de Javier Lozano, ahora en la campaña de Mario Riestra.
Eso quieren por lo visto para este proceso electoral, emplear cucarachas, alimañas y merolicos para ganar La Marranera.
A lo suyo, aunque en esta guerra de lodo quede manchada Puebla.