Por Alejandro Mondragón
Después de cada proceso electoral, las encuestas son sentadas en el banquillo de los acusados para señalar su falta de tino.
Peeeero apenas comienza la siguiente jornada comicial, aquellos que tantos denuestos lanzaron contra los sondeos las utilizan para exudar sus fobias.
Urnas matan encuestas, eso queda claro. Excepto para Javier López Zavala, quien desde el 2010 sigue creyendo que ganó la gubernatura a Rafael Moreno Valle, porque los sondeos que mandó a realizar le decían que tenía ventaja de 20 puntos.
Todavía no comienzan la elección formal, la federal arrancará el 1 de marzo y la local el 31 del mismo mes, pero ya “sus encuestas” dieron como ganadores por amplio margen a Claudia Sheinbaum por la Presidencia; y Alejandro Armenta por la gubernatura.
Nadie duda, porque tampoco es un secreto, que ambos personajes se encuentran más en el ánimo social. Algo bueno estarán haciendo Andrés Manuel López Obrador y Sergio Salomón en Puebla para que la obra de gobierno favorezca a sus candidatos.
El problema radica en dos puntos.
Esas mismas encuestas que ponen a Sheinbaum y Armenta hasta arriba, tienen en empate técnico a los abanderados al Senado, Ignacio Mier y Liz Sánchez, ¿en serio?
Si algo ha demostrado cada proceso electoral es que no existe un voto diferenciado en Puebla. Existen excepciones, pero no es la regla.
¿Cómo se puede tener una ventaja tan amplia a la Presidencia y Gubernatura y empatar en el Senado?
Eso se explica con lo que señalaba al principio. Las encuestas se usan también para exudar fobias personales.
El otro aspecto, en el que pierden credibilidad esas amplias ventajas, radica en si ya tienen la elección ganada en “sus encuestas” sin que empiece la campaña oficial, para qué presumir todos los días en quitarles militantes a los partidos opositores, PRI y PAN.
¿Entonces?