02-05-2024 08:22:06 AM

Sangre y elecciones…el México real

Por Valentín Varillas  

 

Cada vez que se acerca una coyuntura electoral importante, la violencia en el país escala de manera radical. 

Sí, todavía más cadáveres desfilan por las redes y los espacios más importantes de otros medios de comunicación masiva. 

Esto no es nuevo.

Faltaba más. 

Desde hace décadas, este fenómeno se hace sentir con toda contundencia. 

Y no ha cambiado tampoco, ahora que se nos vende hasta el cansancio que se viven tiempos de cambio en México. 

Los poderes de facto siguen pesando, y mucho, en la descomposición del tejido social. 

Con cada vez mayor salvajismo. 

Han crecido exponencialmente como consecuencia de fracturas internas, pero también por el cobijo y protección del que gozan desde el poder político y el servicio público. 

Su infiltración en las instituciones del Estado mexicano no sólo es enorme y crece de manera constante, sino que se ha vuelto ya irremediable e irreversible.  

En todos los niveles. 

Quienes forman parte del juego democrático igualmente se han infectado. 

Imposible permanecer inmune. 

Desde las instancias que procuran e imparten justicia, hasta quienes ocupan cargos de importancia en el organigrama de un partido, con sus respectivos candidatos. 

El más frío y contundente absoluto realismo nos muestra que no existe ni la capacidad, ni la voluntad, para impedir que la delincuencia tenga un peso específico real en el desarrollo de los procesos electorales. 

En este contexto, no hay forma de detectar y evitar que el dinero que proviene de actividades ilícitas llegue a las campañas. 

De todos los partidos y niveles. 

Tampoco que, de manera directa o indirecta, voten y veten a quienes pretenden ocupar un cargo de elección popular. 

Se han adjudicado ese derecho. 

Y mandan mensajes muy claros: demoledores. 

En Puebla, por ejemplo. 

La atípica orgía de muerte de las últimas semanas no es casual. 

Para nada. 

Lleva implícita todo tipo de dedicatorias. 

Y deben de leerse con mucho cuidado. 

Lectores avezados, especialistas en la interpretación de símbolos escritos con sangre, existen de sobra en la aldea. 

Dentro y fuera de la vida pública poblana. 

Ellos sabrán qué hacer y cómo operar.

La pelea no es únicamente por el territorio, sino por impulsar a aquellos perfiles que les garanticen que seguirán disfrutando de jugosos negocios al amparo del poder. 

Pero sobre todo: de la más absoluta impunidad. 

Lo que pasa hoy en el estado debe de preocupar mucho, más no sorprender. 

No es que los malos ya “hayan llegado”. 

Así, de pronto, como se lamentan algunos. 

El verdadero problema es que siempre han estado aquí. 

Cada vez con mayor poder. 

Y no se irán. 

O por lo menos, ni a usted ni a mí nos tocará verlo. 

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