02-05-2024 02:11:36 AM

Blindaje a prueba…otra vez

Por Valentín Varillas 

 

La pandemia por Covid-19 dejó más de 330 mil muertos, de acuerdo con cifras oficiales. 

El gobierno del presidente López Obrador recibió duras críticas, prácticamente desde que inició la emergencia sanitaria. 

De entrada, por minimizar una realidad que en otros países del mundo ya se adelantaba como catastrófica. 

Después, por la lentitud en el proceso de importación y el enorme retraso en la aplicación de vacunas. 

En el cénit de la tragedia, quedaron al descubierto también las enormes deficiencias de los servicios de salud en el país. 

Tanto en existencia de equipos y medicamentos, como en capacitación del personal contratado para atender a la población. 

Luego, la crisis económica generada por el encierro. 

La quiebra de negocios, con su consecuente pérdida de empleos. 

Todo lo anterior, más una serie de larguísimos etcéteras que, en conjunto, presagiaban una inminente y lógica caída en la popularidad del Andrés Manuel. 

Con ligeras variantes –hacia arriba y hacia abajo- sus niveles han estado siempre muy cerca del 60%. 

Ahora, Otis pone a prueba este blindaje social que ha permaneció inmaculado a pesar del virus. 

Aunque se trata de dos realidades con dinámicas completamente distintas, esta tragedia puede ser mucho más peligrosa para los bonos de la 4T. 

De entrada, porque la brutal devastación tiene un efecto inmediato y genera miedo. 

Y ese miedo lleva a la desesperación y de ahí, a la violencia y rechazo a quienes hoy son los responsables de llevar auxilio a los damnificados. 

Es evidente que no hay gobierno en el mundo que pueda dar una respuesta medianamente efectiva o rápida, mucho menos inmediata, ante monumental reto.  

En horas, cientos de miles de personas lo perdieron todo: casa, activos, trabajo, en algunos casos hasta a sus seres queridos. 

Lo peor es que se enfrentan, de golpe y porrazo, a la desolación que genera ver que su vida cambiará para mal, irremediablemente. 

Con el virus, se vivía una realidad mundial. 

Todos, en mayor o menor medida, éramos o sufríamos de un daño directo o colateral. 

Aquí, al estar enfocada la desgracia en una zona geográfica específica, es naturaleza humana sentir una desolación mucho peor. 

Y un enojo potencializado por aquella pregunta existencial del: ¿por qué a mí? 

Una orfandad particular que potencializa la inconformidad. 

Naturalmente, en términos del imaginario colectivo, el culpable de todo es el gobierno. 

En cualquiera de los niveles involucrados, pero el mayor desgaste se lo lleva el gobierno federal. 

Y le pega de lleno, inevitable y directamente, a la figura del presidente. 

Un presidente que vive ya el otoño del patriarca. 

Que junto con su movimiento político, están en medio de la coyuntura electoral más importante de su breve existencia. 

Por si fuera poco, el estado de Guerrero y la alcaldía de Acapulco tienen gobiernos emanados de Morena y la elección vendrá cuando todavía se estén viviendo los peores días de toda su historia. 

Inevitable adelantar un inminente y potencialmente gigante costo político. 

Por todo esto y ante los oscuros nubarrones que en materia económica y social se avecinan, primero para los guerrerenses, pero de alguna u otra forma para el país en general, Otis podría ser el factor que determine cómo terminará su primer sexenio la llamada 4T.

Esta será la auténtica prueba de fuego que medirá la resistencia que le queda a aquella impenetrable armadura de la que todavía goza López Obrador.

Aquella que, en su momento, fue confeccionada con 33 y medio millones de votos.

Porque ya vimos que la oposición, sus enanos liderazgos y hasta el Covid, no pudieron debilitarla.

Ni tantito. 

 

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