02-05-2024 12:11:35 AM

La mano de Scherer 

 

Por Valentín Varillas 

 

Julio Scherer quiere meterse de lleno en el proceso de selección de los candidatos de Morena a la gubernatura de Puebla. 

Tiende lazos, llega a acuerdos y promete certezas, aprovechando la probada cercanía que tiene con Claudia Sheinbaum. 

Es más, el proceso mediante el cual la exjefa de gobierno de la capital se convirtió en la virtual candidata a la presidencia es su principal argumento.   

Jura y perjura que él y nadie más, la hizo ganar. 

Que puso a su disposición su extensa red de relaciones de primerísimo nivel y alta influencia en distintas esferas de la vida nacional, con su consecuente capacidad de financiamiento. 

Y que, en aras de conseguir su objetivo, no tuvo empacho en traicionar a quien por muchos años consideró como su “hermano”: Marcelo Ebrard. 

En el colmo del cinismo, Scherer se vende también como el que le consiguió al famoso “carnal” el mejor de los premios de consolación: el tener próximamente su propio partido político sin la necesidad de enfrentar a López Obrador, el hombre más poderoso del país. 

En su portafolio de logros, incluye también la victoria de Delfina Gómez en el Estado de México. 

Se asume como el auténtico verdugo del otrora poderosísimo Grupo Atlacomulco. 

Todo, gracias a él y no al talento político de Andrés de darle forma en su momento a un pacto de impunidad con todas las ventajas para Morena cuando llegara el inevitable relevo sexenal.  

Todas estas virtudes ponen sobre la mesa, cuando directamente o a través de sus emisarios de mayor confianza, busca atraer a quienes tienen proyecto para el 2024. 

Sus “servicios”, sobra decirlo, valen una millonada. 

Pero en su lógica, cada peso invertido en él está plenamente justificado. 

¿Será? 

El problema con Scherer es que, como siempre, trae una agenda propia. 

Paralela a la del partido y a la de la candidata. 

En muchos casos, inclusive, éstas resultan mutuamente excluyentes. 

No todo su cabildeo viene palomeado por Sheinbaum. 

Mucho menos por quien despacha en la oficina principal de Palacio Nacional. 

Nuevamente, este personaje camina en una cuerda muy floja. 

Al filo de una navaja muy filosa que puede, otra vez, herirlo de muerte en lo político. 

Brincarse jerarquías cuando está de por medio la continuidad de la 4T en la presidencia de la República no es cualquier cosa. 

López Obrador ha diseñado con precisión quirúrgica su sucesión. 

Y nadie puede ni debe salirse del script. 

Sobre todo, por la importancia que tienen los triunfos de Morena en los estados en la consecución del objetivo principal. 

Scherer se fue por la libre mientras despachaba en la Consejería Jurídica del gobierno federal. 

Incrementó de manera sustancial su fortuna personal. 

Seguramente tuvo que reportar muy arriba parte de lo ganado. 

Pero llegó un momento en donde su permanencia en el círculo cercano del número 1 era ya insostenible. 

Por muy rentable que pudiera resultar mantenerlo en el cargo. 

Ahora, en la coyuntura electoral actuar, el pretender pesar más que el propio presidente en el proceso de toma de decisiones fundamentales para determinar los triunfos políticos que pueda obtener el oficialismo es un auténtico suicido. 

Se trata ya de un asunto de poder. 

De conservarlo y acrecentarlo. 

Y aquí, no hay fortuna que alcance o que justifique una mala decisión. 

El volado que se está jugando Scherer, metiendo las manos en decisiones que tomará uno y sólo uno, lleva un riesgo descomunal para él y para los incautos que ya cayeron o que pueden llegar a caer en sus redes. 

Julio se vuelve a equivocar y en esta ocasión, ni la influencia y cercanía de Sheinbaum con AMLO van a alcanzar para salvarlo. 

Ya lo verá. 

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