06-05-2024 12:44:39 AM

Cuando el Coneval desquició a Moreno Valle

Por Valentín Varillas  

 

La obsesión de vender un estado ejemplar, de primer mundo, con obras faraónicas e inversiones millonarias, contrastaba con las cifras oficiales que mostraban la realidad de la política social aplicada en el gobierno de Rafael Moreno Valle. 

“Ni un peso para revertir la pobreza”-era la máxima que tanto le gustaba manejar en corto al “panista”. 

“Eso no vende políticamente y cuando me vaya, por más lana que se invierta, el estado seguirá siendo pobre”-eran sus razones. 

Sin embargo, cuando en el 2013, un estudio del Coneval mostró la valoración cuantitativa de ese desprecio por la política social, el entonces gobernador entendió que había una afectación en su imagen.  

Los focos rojos se encendieron. 

Las ensordecedoras alarmas no dejaron de sonar. 

A medio sexenio, en su estudio de Análisis y Medición de la Pobreza, la instancia federal mostraba un preocupante aumento en el indicador de pobreza: de 61.5 a 64.5% entre 2010 y 2012, lo que representaba en términos reales de población, un incremento de 3.6 a 3.8 millones de personas. 

Había otros indicadores que resultaban demoledores: 

Por ejemplo, mientras que el PIB per cápita del país en el 2012 fue de 10,798 dólares, en el caso de Puebla se ubicó en 7,361 dólares, de acuerdo a la Dirección de Estudios Económicos de Banamex. 

En ese tiempo, existían aproximadamente 6,400 comunidades, de las cuales 6,100 eran pequeñas y dispersas.  

El 90% registraba marginación y muy alta marginación.  

Aun cuando el reto de la dispersión y la pobreza se daba en zonas rurales, en 45.5% de las 1,952 áreas urbanas se encontraban zonas de alto y muy alta marginación. 

Al cierre del primer trimestre de 2013, Puebla registró ante la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) una deuda por 9,035 millones de pesos, lo que representaba prácticamente un 40% del total de las participaciones federales. 

Al mismo tiempo, en el discurso se vendía que las obras y las acciones “del gobierno se llevaban a cabo “sin pedir un solo peso prestado”.  

Mientras los secretarios y sus secuaces saqueaban los Servicios de Salud Pública, para la enorme mayoría de las personas con bajos recursos, era toda una hazaña el acceder a los servicios que brindaba la dependencia y a los que tenían pleno derecho. 

Éramos el segundo lugar en materia de mortalidad infantil y, además, el 24.4% de los infantes sufrían de algún grado de desnutrición. 

En materia educativa, no íbamos nada bien. 

De cada 100 personas de 15 años y más, 9.3 no tenían ningún grado de escolaridad y apenas el 60% contaban con educación básica. 

La Puebla moderna, la del siglo XXI, la de las ruedas de la fortuna, los teleféricos y los trenecitos, se caía como castillo de naipes cuando salió a la luz la cruda cara del hambre, la pobreza y la marginación. 

La solución no fue la redefinición de prioridades ni un cambio radical en la política social, educativa y de salud pública. 

No. 

Optaron por destinar más y más millones para seguir vendiendo mentiras y más mentiras. 

Obras en la capital y sus zonas conurbadas, mientras se condenaba al olvido a decenas de municipios al interior. 

Antes del 2019, existían muchos que llevaban más de diez años sin que se les invirtiera un solo peso en infraestructura.  

Aquella histórica y gran tomada de pelo, afortunadamente no cuajó en un proyecto presidencial. 

 

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