03-05-2024 08:28:51 AM

Enroque salomónico

Por Valentín Varillas  

 

Ha cambiado en los últimos días el ajedrez sucesorio en lo más alto del poder político poblano. 

Una radical redefinición de prioridades. 

Se dio a partir del nulo crecimiento real de Julio Huerta como aspirante al gobierno del estado y su falta de competitividad en el corto plazo para amarrar la nominación. 

Se trata, por supuesto, de números reales. 

Los que siempre se manejan en corto, con un enorme hermetismo y sigilo, pero que siempre deben imponerse por encima de los ejercicios a modo, las cifras truqueadas, la publicidad por encargo y la lisonjera entrevista pagada.  

Existen ejercicios fríos que en nada favorecen al todavía secretario de gobernación estatal. 

Con todo y que ha tenido a su disposición todo, absolutamente todo el peso del cargo público que sigue ejerciendo. 

Pero lo que de verdad es grave, es que el tema Julio Huerta dejó de pegarle únicamente a él en lo personal. 

Ya va mucho más allá. 

La conveniente dualidad de este personaje, como miembro del gabinete y coordinador de la campaña de Claudia Sheinbaum en Puebla, se ha convertido ya en una enorme y pesada carga para la imagen del gobierno que encabeza Sergio Salomón Céspedes Peregrina. 

Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal, Gerardo Fernández Noroña y hasta el propio Mario Delgado –este último en entrevista en el programa de Ciro Gómez Leyva en Radio Fórmula- han dudado de que en el estado exista piso parejo para las corcholatas presidenciales. 

Y diría el clásico: “qué pinche necesidad”. 

Un desgaste innecesario al interior de un partido que tiene como mito fundacional la defensa de la honestidad, transparencia y credibilidad en la política. 

Dar elementos para dudar de lo anterior es un auténtico suicidio, de acuerdo con los protocolos, usos y costumbres de la 4T.   

Pero si a Huerta -quien pretende gobernar el estado cuando en el 2018 no pudo siquiera ganar la diputación local en el distrito 26 con cabecera en Ajalpan- le quitan los reflectores, los recursos y la fuerza del cargo público, lo terminarían aniquilando. 

Esta realidad ha generado que en lo más alto del poder político poblano empiece a tener una atípica importancia la presidencia municipal de Puebla. 

Una posición que ya quieren para uno “de casa”. 

Un perfil de probada cercanía, amistad e incondicionalidad al gobernador. 

En esta lógica se entiende el lanzamiento, con todo, de José Chedraui Budib. 

El mandatario estatal no puede quedarse sin derecho de voto y de veto en el reparto de posiciones de cara al 2024. 

Y si su supuesto alfil –tengo muy serias dudas de que en realidad así sea- de plano no le da para que Morena mantenga el gobierno poblano y le sume al candidato o a la candidata a la presidencia, llevaría mano en el tema de la alcaldía de Puebla. 

Arrebatarle al PAN el gobierno del municipio más importante del estado, viste mucho política y mediáticamente hablando. 

El presidente López Obrador ha sido muy claro en términos de qué tan importante es la elección del próximo año para él. 

“Vamos por todo” ha expresado en varias mañaneras, desde donde se hace descarada propaganda a favor de su partido. 

Hay una auténtica obsesión por vencer a la oposición de manera clara, contundente. 

Con una diferencia que no deje lugar a dudas de que la enorme mayoría de los mexicanos le dan un voto de confianza a la continuidad de su transformación. 

Eso tan grande es lo que está en juego. 

Los gobernadores son fundamentales en esta estrategia y tendrán que hacer lo propio en sus estados. 

Sea como sea tendrán que dar resultados. 

Y esta misión va mucho más allá de acuerdos, promesas, compromisos, pactos políticos, amiguismos, compadrazgos y demás. 

Los mandatarios estatales emanados de Morena, se lo juegan también todo en la próxima elección. 

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