18-05-2024 10:20:20 PM

Manzanilla y Morena: viejas historias 

Por Valentín Varillas

 

La integración de personajes que no son identificados ni con la ideología, ni con la marca Morena, a los proyectos de quienes pretenden competir por el partido oficial por la gubernatura de Puebla, ha generado todo tipo de polémicas en términos de opinión pública y publicada. 

Galistas y morenovallistas, principalmente. 

Sin embargo, hay quienes, a pesar de estas etiquetas, tienen antecedentes de relaciones y acuerdos de tipo político, que en algunos casos son añejos. 

Fernando Manzanilla, por ejemplo. 

El coordinador de facto de la precampaña de Nacho Mier, inició una relación con el hoy presidente López Obrador, en la coyuntura de la elección del 2012. 

Es decir, cuando era Secretario de Gobernación estatal en el sexenio de Rafael. 

Fernando fue el canal mediante el cual López Obrador buscó apoyos oficiales para la operación de su voto en Puebla. 

Para ello, se llevó a cabo una reunión en la ciudad de México, en el departamento de un personaje cercanísimo a Manzanilla, en donde se dieron cita, además de él, el gobernador Moreno Valle, Ricardo Monreal y José Juan Espinosa. 

Ahí, sobre la mesa, se puso la propuesta de que el gobierno poblano no cerrara definitivamente la puerta de una posible cooperación con la izquierda, ante la posibilidad de que López Obrador ganara la elección. 

O bien, que se mantuvieran al margen de la tentación de sumarse a la operación electoral y financiera que desde Los Pinos llevaba a cabo Felipe Calderón a favor del priista Enrique Peña Nieto.  

“El primer paso rumbo a una coexistencia civilizada y de beneficio mutuo”- prometían. 

Sin embargo, el tema jamás caminó. 

Rafael siempre minimizó la importancia política de AMLO y se sumó al proyecto del llamado “nuevo PRI”. 

Estos cachorros del tricolor que gobernaron como una pandilla de bandidos que saqueó el país. 

A pesar del bloqueo, López Obrador fue el candidato presidencial que más votos obtuvo en Puebla en aquel proceso. 

Quién iba a imaginar que, en la coyuntura previa a la elección del 2018, cuando se daba por hecho el triunfo de Andrés Manuel, Moreno Valle movería cielo, mar y tierra para ser recibido por el inminente próximo presidente del país. 

Dos fueron sus interlocutores: Marcelo Ebrard y la ministra Olga Sánchez Cordero, con quien la unía una añeja amistad familiar. 

Fue rechazado de manera tajante, contundente, penosa. 

Como dicen en la cuadra: “lo mandaron por las Cocas”. 

A la par, Manzanilla mantuvo cercanía con José Ramón López Beltrán. 

El hijo del hoy presidente lo invitó a que participara en la encuesta para elegir al candidato a la gubernatura en el 2018.     

Prefirió comprometerse a coordinar la campaña de quien resultara primero en la encuesta. 

Así lo hizo. 

Su inclusión al gobierno interino del priista Guillermo Pacheco Pulido, fue interpretado en la clase política poblana como una posición de transición al “barbosismo”.    

A pesar de su drástica ruptura con el finado gobernador, mantuvo hilos constantes de comunicación con algunos liderazgos de la 4T de probada cercanía con el presidente López Obrador. 

Por eso, recibió el visto bueno del Secretario de Gobernación, Adán Augusto López, cuando su nombre fue propuesto por Nacho Mier para integrarse a su proyecto. 

Y ahí está. 

¿Para qué?- algunos se obsesionan con esa pregunta. 

¿Qué carajos quiere o qué gana si termina coordinando otra posible campaña al gobierno del estado? 

¿Cuál es su apuesta a futuro? 

¿Aparecerá en la boleta? 

¿Buscando qué? 

No hay respuesta todavía para ninguna de estas preguntas. 

Lo que sí ha habido -que explica perfectamente la permanencia de Fernando en la política local- es una combinación perversa de mucho pragmatismo, además de una lista enorme de complots y traiciones a quienes en su momento han confiado plenamente en él. 

Y aquí está, precisamente, la fórmula para trascender a los cada vez más violentos vaivenes y sacudidas de la política poblana. 

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