04-05-2024 08:05:36 PM

El apestoso tufo de los pactos políticos

Por Valentín Varillas

 

La oposición festina las “sólidas” bases en las que descansa su alianza.

Morena, vende mediáticamente que han llegado a una unidad a prueba de fuego.

Sin embargo, en términos de la política real, la de a de veras, se ven movimientos, decisiones y amarres que lucen por decir lo menos, sospechosos.

Pareciera que más que una salvaje confrontación por el poder, vemos un tablero de ajedrez en donde ambos jugadores concilian cada movimiento.

Lo que pasa en la coyuntura de las elecciones estatales de este año, por ejemplo.

En Coahuila, Morena entra en una dinámica de división y fractura por la candidatura del senador Guadiana.

Ahí, aliados tradicionales del partido de López Obrador como el Partido Verde o el Partido del Trabajo, deciden abrirse y mandar candidatos propios, en lugar de cerrar filas en torno al Movimiento de Regeneración Nacional.

De esta manera, se divide el voto opositor al PRI, partido del que emana el actual gobernador y que ha amarrado ya su coalición con el PAN y el PRD.

Esto resulta por demás extraño, tomando en cuenta que a estrategia electoral del presidente se basa en tener el control de la mayor cantidad de estados, para sumar con recursos y operación electoral al que resulte el candidato a sucederlo. 

En el Estado de México sucede algo parecido, pero en sentido contrario.

La candidata de AMLO, Delfina Gómez, sin duda es la favorita para ganar la contienda.

Competirá en una alianza en donde se suman a su partido el PT y el PVEM.

Ahí sí están todos los aliados de Morena.

Lo extraño sucede en la cancha de la oposición.

Van PRI, PAN, PRD y hasta Nueva Alianza, sumados a Alejandra del Moral.

Movimiento Ciudadano va solo, como ha sido su estrategia hasta el momento.

Lo que de plano no cuadra, es que lleven a Juan Zepeda como abanderado.

Se trata de un ex perredista de muy altos niveles de conocimiento e intención de voto que inclusive ya hizo una campaña buscando la gubernatura de ese estado.

Otra vez, la oposición dividida, pero en el otro extremo del espectro político nacional.

Para muchos, esta lógica se explica en el contexto del pacto de impunidad entre Peña Nieto y AMLO, que tiene como cereza del paste la entrega  de la gubernatura más preciada para los que formaban parte de aquel famoso Grupo Atlacomulco.

No hay que olvidarlo: casi 12 millones de personas están inscritas en el padrón electoral en aquella entidad.

¿Y qué me dice de Puebla?

¿Reamente opera aquí la tan cacareada alianza opositora a Morena?

Para nada.

En la entidad, el PRI, por poner un modesto ejemplo, está mucho más cerca de los intereses electorales del partido en el poder, que de los suyos propios.

Ya no digamos de los de la coalición.

Mire cómo se mueven y operan sus liderazgos.

No cabe la menor duda.

Y ya para cerrar: el tema del relevo en la presidencia.

No hay desde las filas de la oposición perfiles que estén siendo promovidos y manejados para pelearle la posición a López Obrador.

No existe una lista sólida, congruente, que contenga los nombres de quienes, seriamente, tengan posibilidades reales de convertirse en una opción seria, con proyecto real y potencialmente competitiva para el 2024.

Ya se tardaron y mucho.

Tal vez la contundencia de las encuestas hace que sea más difícil de lo habitual, encontrar a un mártir sacrificable que no debilite a ninguno de los grupo fuertes de poder que interactúan al interior de los partidos que conforman esta coalición. 

¿Y entonces?

Una cosa es lo que se maneja y vende en el discurso y otra, muy diferente, los pactos inconfesables y acuerdos en lo oscurito, que forman parte de la política real.

La eterna contradicción entre percepción y realidad.

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