18-05-2024 08:56:55 PM

La 4T y su bandera de “unidad”

Por Valentín Varillas

 

Lo increíble sucedió.

Morena ha decidido, oficialmente, incluir a Ricardo Monreal en su lista de “presidenciables”.

Impensable apenas hace un par de semanas.

La orden, sobra decirlo, vino directamente de Palacio Nacional.

Y Mario Delgado, enemigo cantado del zacatecano, no tuvo más remedio que acatarla.

“Unidad”-es el objetivo.

Después de meses y meses de división, fracturas y enfrentamientos públicos por tener una visión de país completamente distinta.

Parece difícil que López Obrador haya ya olvidado, o perdonado –como hacen los Mesías- a un personaje que le jugó las contras en la operación de cuestiones fundamentales, de altísima prioridad para el jefe del ejecutivo federal.

Las reformas legislativas, por ejemplo.

En lo electoral, por comentar tan solo alguna, poco antes de entrar a la coyuntura política más importante para el actual grupo en el poder.

Por si fuera poco, Monreal ha descalificado públicamente el método de la encuesta,; aquel que utilizará Morena para la elección de su candidato presidencial.

También ha denunciado, con toda contundencia, la falta de condiciones de igualdad y equidad que existen entre quienes tienen proyecto para el 2024.

El desvío de recursos y la utilización de cargos importantes en el gabinete federal con fines personales.

Todo, también según Monreal, con el aval de AMLO.

Ahora -vaya surrealismo-, lejos de buscar un derrotero político distinto como se pronosticaba, el senador no tendrá más remedio que tragarse sus palabras, avalar implícitamente estas irregularidades denunciadas y meterse de lleno, como auténtica comparsa, a legitimar la decisión unilateral, personalísima, que tome López Obrador en términos de quién competirá para sucederlo.

¿Qué pasó?

Seguramente un conjunto de factores incidieron en este giro radical que ha tomado la trama de las relaciones entre quienes por más de dos décadas y media fueron compañeros de lucha, pero que en los últimos dos años se han comportado como enemigos irreconciliables.

Algo vieron los estrategas y operadores electorales del presidente.

Algo que prendió los focos rojos.

Y se actuó en consecuencia.

Rápido, de forma contundente, para no dejar pasar más tiempo.

Muchas serán las especulaciones y los análisis que se harán alrededor de esta conversión, de crítico y adversario acérrimo, a nuevamente ser parte del círculo de poder más cercano e influyente de Andrés Manuel.

Este fenómeno ya repercute en estados como Puebla.

La lucha por la candidatura a gobierno de la entidad también viró de forma radical.

Los tambores de guerra seguramente siguen activos, pero hoy suenan con el sigilo de la sordina.

Hasta los primos Mier y Armenta, enemigos irreconciliables con serios agravios en lo político y en lo personal, juran que ya se quieren.

Han pactado una aparente tregua y salen públicamente agarraditos de la mano.

¿Ya olvidaron el pasado?

¿Ya se perdonaron?  

¿Qué fecha de caducidad tendrán sus acuerdos?

¿Cómo se van a comportar una vez que salga el tan anhelado humo blanco?

Estos cuestionamientos vienen al caso porque, simplemente, entre Armenta y Mier existe la misma confianza que hay entre López Obrador y Monreal Ávila: ninguna, nada, cero.

Unidad de membrete que se hará pedazos cuando llegue el momento de las definiciones.

Ya lo verá.

Y lo peor: a estas alturas, ya no hay hueso que alcance.

Se van a dar con todo.

 

 

 

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