Por Alejandro Mondragón
Con una Presidencia de la República bajo asedio, Andrés Manuel López Obrador rinde su cuarto año de gobierno.
Jamás un mandatario se encontró entre el fuego cruzado de sus adversarios y, a veces cercanos, para enfrentar la defensa de lo que ha llamado la Cuarta Transformación.
Eliminar privilegios trae riesgos palpables, insistir en su estrategia de seguridad de “abrazos, no balazos” lo tiene en el ojo del huracán, combatir las crisis del coronavirus y económica lo ponen contra pared.
Peeero López Obrador en lo suyo: sus mañaneras para fijar la agenda política; su convicción para él, necedad para otros, de imponer una austeridad a costa de todo, implica ataques por todos los frentes.
Se le censura su estilo de gobierno para exhibir a opositores y calentar la arena para sus seguidores, pero los últimos sondeos de aprobación le ponen calificación del 65 por ciento, muy por encima de otros mandatarios en la recta final del sexenio.
López Obrador se encuentra en un constante asedio, pero por lo visto no va a cambiar de estrategia.
Le ayuda la ausencia de una oposición real que salga a la calle con el pueblo. Sus adversarios se quedan en la comodidad de su casa o cafés para operar sus redes sociales como críticos de un proceso que siguen sin entender.
López Obrador les va a ganar el 2024, dispone de la estructura federal para machacar su 4T, pero además de la operación política de sus gobernadores que irán con él.
Un Cuarto Año para una Cuarta Transformación que está más viva que nunca.