Por Alejandro Mondragón
Los tentáculos del modelo de negocios del morenogalismo en Puebla se extendieron tanto que se niega a morir.
Se sigue el mismo patrón: factureras, constructoras, influyentismo y uso medios para defender los intereses que pululan.
La mayoría de los autores puso pies en polvorosa, una vez que la Cuarta Transformación tomó el poder en Puebla.
Se toparon con pared. Muchos cantaron, otros acabaron encarcelados y los más se exiliaron: Canadá, donde dicen que hoy hay más poblanos que en Nueva York.
El punto es que las ramificaciones de este modelo de negocio ha confirmado que detrás siempre estuvieron priistas y panistas, algunos disfrazados de guinda.
Sí, camuflados en Morena.
El diario Hipócrita Lector, que dirige Mario Alberto Mejía, ha documentado puntualmente varios ejemplos. En particular, lo relacionado a la trama del diputado federal Ignacio Mier, el columnista Arturo Rueda (hoy encarcelado) con constructores ligados a otro medio digital que levantaron un edificio, sin permisos, para la sede del Diario Cambio.
Peeero además cómo las factureras proliferaron en ayuntamientos, gobiernos y universidades para un esquema de lavado de dinero.
El asunto no es menor, pues más allá de las responsabilidades legales y fiscales, hay evidencias que priistas y panistas aprovecharon la presencia de ciertos personajes en Morena para desde ahí hacer de las suyas, a cambio de compartir ganancias.
El problema es que fueron identificados ya. Será un dolor de cabeza para el partido de López Obrador que se hayan usado desde este instituto político hasta los ayuntamientos de la Cuarta Transformación para hacer negocios con priistas y panistas.
Y en época electoral se requerirá un antídoto para evitar el escándalo que ya está en boca de todos.
De ahí el interés por pelear con su vida la nueva dirigencia de Morena. Buscan preservar el modelo de negocios que hacen con los tentáculos que quedaron del morenogalismo.
