Por Valentín Varillas
Sí fue cierto.
Melitón Lozano sí fue considerado como una posible carta para jugar por la gubernatura de Puebla en el 2024.
Inclusive, fue medido por una empresa especialista en encuestas y demoscopia.
Y no salió mal posicionado, con las obvias limitantes del caso.
Es conocido en algunas zonas específicas del estado.
Su imagen despierta niveles aceptables de confianza y empatía entre quienes forman parte del voto duro de Morena y sus aliados.
Tiene un discurso que conecta, sabe trasmitir mensajes específicos sin la necesidad de echar mano de la filigrana, de simples adornos, de una retórica salpicada de frases bonitas o poéticas, pero que en realidad no dicen nada.
Vamos, hasta canta, como aquel que hoy vive un exilio dorado en Canadá.
Echarlo a correr en la ruta de la sucesión, para ampliar la baraja que se pondrá sobre la mesa de las negociaciones y los acuerdos, no parecía en el papel una mala estrategia.
Sin embargo, su nulo entendimiento de cuestiones básicas, elementales, de la política real, lo acabaron desbarrancando.
Al Secretario de Educación Pública local le llegó el dulce canto de las sirenas.
Esas sirenas que tienen acceso a los círculos más íntimos del actual grupo en el poder y que por lo mismo, cuentan con información privilegiada, de primera mano.
Las mismas que, por su desmedida ambición política y sus ansias de protagonismo, al final lo reventaron.
Y es que, quienes empezaron a promoverlo y a “placearlo” públicamente, violaron descaradamente el primer mandamiento de cualquier proceso sucesorio : uno y solamente uno, puede llevar las riendas.
Nadie más.
Por muy cerca que pudieran estar en términos de cariño, confianza e incondicionalidad.
Se trata, simplemente, de una facultad única, intransferible y reservada de manera exclusiva para quien, cuando llegue el momento, tendrá pleno y absoluto derecho de veto y de voto en la toma de decisiones.
Dictar los tiempos, las formas, los métodos, además de los usos y costumbres que normarán el camino, hasta que salga el tan anhelado humo blanco.
Violar cualquiera de estas normas y preceptos es, como fue en el caso de Melitón y sus muy básicos promotores, un auténtico suicidio político
Si usted como yo, tenía serias dudas de que Lozano Pérez pudiera ser considerado seriamente como un buen y rentable producto electoral para competir con probabilidades reales de asegurar la continuidad de la 4T en la gubernatura de Puebla, su desconocimiento absoluto de los cánones que norman procesos tan importantes como la selección del candidato de Morena y sus aliados para el 2024, habiendo además una elección presidencial de por medio, nos confirman que no será, ni nunca fue el perfil más indicado para el tamaño del reto.
Y así, con el paso del tiempo, se irán cayendo otros que sienten que tienen ya la candidatura amarrada de antemano.
Muy duro será su despertar.