24-04-2024 05:44:49 PM

Historias de terror en hoteles de Puebla (primera de dos)

Por Valentín Varillas

 

“Juan” vino a Puebla a un tema de negocios.

Como lo había venido haciendo desde hace varios años.

Como consecuencia de la crisis desatada por la pandemia, su empresa le redujo un poco el monto de sus viáticos.

No pudo hospedarse en el hotel de cadena que normalmente utilizaba.

Sin embargo, encontró una supuesta muy buena alternativa.

Sin gran nombre, pero ubicado en la frontera entre La Noria y Angelópolis, optó por un hotel que parecía limpio, con habitaciones amplias, en una zona “segura” y con el cual podría, más allá de las dos noches que se quedaría en esta ocasión, sentar una relación a largo plazo.

Un par de noches, dos o tres veces al mes, representarían para la empresa, dentro de sus nuevos criterios de austeridad, un ahorro importante.

La primera de ellas, todo perfecto.

En la segunda y última, comenzó la pesadilla.

Tarde, muy tarde, recibió una llamada de la recepción.

Tenía que bajar a la recepción de manera urgente porque, en teoría, había problemas con la tarjeta corporativa con la que se haría el cargo por la estancia.

Si bien resultaba extraño que se le molestara por un asunto que tendría que atenderse al momento de su salida del hotel, hizo caso al llamado y bajó.

Mientras el encargado del turno de la noche le inventaba una historia de supuestos intentos de hacer el cargo y lo invitaba a ponerse en contacto con el banco a través de su teléfono celular, fue abordado por la espalda por tres sujetos armados.

Sin mayor preámbulo, le exigieron de inmediato el pago de 100 mil pesos a cambio de su vida.

No los llevaba ni de broma.

El empleado del hotel y cómplice de los maleantes, seguramente pensó que su presencia en Puebla era por un tema de cobro, cuando en realidad había venido a un asunto de asesoría técnica, su especialidad.

Lo llevaron a su cuarto.

Le quitaron su equipo de cómputo, efectivo, reloj, celular y todo lo que encontraron de valor.

Luego, lo bajaron a su estacionamiento y se lo llevaron.

Lo pasearon por distintos cajeros para agotar los límites de retiro de efectivo de las dos tarjetas que llevaba.

Para amedrentarlo, tomaron nota de todos sus datos personales y le recordaron que tenían su teléfono con las fotos de su esposa, hijos y demás.

Se hicieron pasar por miembros de una célula delictiva dedicada a la extorsión, con presencia en varios hoteles poblanos y con supuestos alcances a nivel centro-sureste del país.

Tenían también el nombre, dirección y demás datos de la empresa donde trabajaba y el cargo que desempeñaba en ella.

Cualquier llamado a las autoridades o denuncia ante el MP, traería consecuencias inmediatas.

Lo mantuvieron privado de su libertad, circulando, cerca de una hora más, permanentemente amedrentado con golpes y amenazas.

Al final, lo fueron a “tirar” en una zona rural más allá del municipio de Cuautinchan, pasando Valsequillo.

Esperó por horas hasta que fuera posible ponerse en contacto con algún representante de la empresa con la cual vino a prestar sus servicios a Puebla, para que le prestaran lo mínimo necesario y poder regresar a su lugar de origen.

Por petición expresa, la identidad de la víctima ni se menciona.

También porque así lo solicitó, a pesar de mi total desacuerdo, por un asunto que tiene que ver con su tranquilidad  y seguridad, no se me permitió manejar el nombre del hotel.

No es un caso aislado.

Mañana: otra historia, otra víctima, otro calvario.

Que sirva esto como llamado de atención para que empresarios del ramo pongan mucha atención en el proceso de contratación de su personal, que si bien no puede ser perfecto, si debe de ser perfectible.

Nada peor que en plena crisis, acciones como estas ahuyenten el turismo de Puebla.

Sobre todo el “de paso”, el de negocios, el de pocas noches, pero el que más réditos les deja.

¿O no?

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