Por Alejandro Mondragón
En medio del radicalismo entre buenos y malos en torno al conflicto de la Universidad de las Américas, vale ubicar que hoy la institución transita en dos pistas.
1.- La legal, en los tribunales.
2.- la académica, en el campus abierto y entregado a la rectora Cecilia Anaya, tras la renuncia de Armando Ríos Piter.
La primera constituye el fondo, lo que está debajo de todo lo que representa hoy la UDLAP. El conflicto familiar por el desfalco millonario a la Fundación Mary Street Jenkins. El tema va para largo, además que siguen vigentes las órdenes de aprehensión contra el patronato, el exrector Luis Ernesto Derbez y su camarilla.
La segunda es la forma, lo que se halla arriba y se nota: la vida académica y estudiantil, con un campus que desde junio del año pasado mantuvo cerradas sus puertas y cuando se reabrió, la comunidad presionó para que se entregara al grupo de Sofía Landa de Jenkins.
Armando Ríos Piter en su mea culpa en redes sociales dice que llegó de “buena fe y con el ánimo de colaborar”. Su presencia era un dique para resolver la forma del conflicto que afectaba a la comunidad. Se fue y todo se destrabó.
Ahora, Ríos Piter se da cuenta que se trata de un conflicto que podría llevar años. ¿No se percató de ellos desde el principio si es abogado?
En realidad fue rector de nada. En septiembre anunció un grupo de trabajo que nunca trabajó.
Lo que ha quedado claro es que el conflicto legal se resolverá en tribunales y no en las calles. Se despresuriza el encono y ahora que el equipo de Cecilia Anaya está a cargo jurídica, administrativa, financiera, física y académicamente, pues no hay pretexto para que la forma no se deforme.
Hay quienes hoy reclaman que el gobierno del estado haya intervenido, nada más no olvidar que en Puebla toooodas las fundaciones se sujetan a lo establecido en La Fundación para el Cuidado de las Instituciones en Puebla, la cual desde 2014 halló irregularidades graves en el manejo del patrimonio de Los Jenkins.
