Por Alejandro Mondragón
Claudia Rivera Vivanco se convirtió en la última de la fila de barbofóbicos que dejó el escenario político local.
La terminación de mandato de la hoy exalcaldesa de Puebla la pone en una lista de personajes que juntos o separados apostaron por la desgracia política del gobernador Luis Miguel Barbosa.
Rivera Vivanco ya abiertamente censuraba al gobierno de Barbosa y lo acusa de ser responsable de su derrota electoral y las fallas en su gestión.
Los resultados electorales y el tiempo colocaron a todos en su lugar. El mandatario se fortaleció y sus adversarios/as andan en Comala, en la búsqueda de su Pedro Páramo.
El quintacolumnista Mario Alberto Mejía acuñó hace rato una frase a la pregunta de ¿qué desayuna el gobernador?
A sus críticos, respondió.
Y, en efecto, nada más que ver lo que ha pasado con la posición de poder que decían tener muchos de ellos, antes de la contienda electoral.
Fernando Manzanilla, quien salió de Gobernación para regresar de diputado federal y buscar la reelección con el PES. Ni alcanzó la posición y hoy su partido ya no existe.
Alejandro Armenta Mier, el senador, quien metió mano en las nominaciones para restarle relevancia a Barbosa, ahora está atado a la suerte de su jefe político, Ricardo Monreal, quien anda en sus funerales de cuerpo presente con la presentación de sus libros por los estados.
Nancy de la Sierra, la también senadora, pero del PT, se unió a la cofradía barbofóbica y señalaba que había deslealtad hacia la Cuarta Transformación. La teziuteca dejó precisamente a la 4T en la Cámara Alta del Congreso para declararse independiente.
José Juan Espinoza, exdiputado local, sigue prófugo. Escondido y ahora dejó su activismo digital, porque tampoco le salieron las cuentas electorales para seguir en la impunidad política.
Y Alfonso Esparza concluyó su gestión en la BUAP, en medio de señalamientos graves de anomalías. Medios de comunicación señalan que salió del país y anda por Canadá.
La vida siempre pone a todos en su lugar.