Por Alejandro Mondragón
El candidato Andrés Manuel López Obrador está de regreso. Otra vez ocupará la plaza pública para desafío de sus adversarios.
Después del llamado “Portazo de Huauchinango’, el presidente de la República tomó la decisión (pretexto) para anunciar que a partir del 20 de noviembre sostendrá una reunión pública con todos los ciudadanos en el zócalo de la Ciudad de México.
La semana que pasó agregó que repetirá el modelo en sus giras por todo el país. En cada plaza pública sostendrá encuentros con el pueblo.
López Obrador, el candidato, que todos los días define la agenda de poder en la mañanera, ahora arranca campaña contra la revocación de su mandato.
En marzo, se votará la permanencia o no de López Obrador como presidente de la República, en un proceso inédito.
Y como todo animal político, AMLO ya está en lo suyo. Después del referéndum tendrá tiempo completo para operar su propia sucesión que por lo visto la tiene encaminada.
El presidente aprovechará que Morena ha equilibrado las fuerzas estatales con gobernadores en la mitad del país, los cuales trabajarán para los fines que establezca en su Cuarta Transformación.
La cruzada obradorista tiene hoy la prioridad de sacar adelante la reforma eléctrica, no sólo en el poder legislativo federal, sino en los congresos locales, para lo que el papel de los mandatarios será fundamental.
Logrado ese propósito, a la par de la campaña contra la revocación de mandato, vendrá otra feroz pelea: la reforma electoral que pretende la renovación total de los órganos comiciales.
Está claro que la 4T sustentará su continuidad con cambios profundos en el andamiaje legal, de ahí que López Obrador ya haya colocado las piezas del tablero del ajedrez para jugar su 2024.
Y nadie lo puede remediar. Menos los opositores.
