Por Alejandro Mondragón
El presidente Andrés Manuel López Obrador ya no tiene pretexto alguno y resolvió cargar su gobierno más hacia la izquierda.
Con un Estado rector de la economía, una política centralizada y poderes afines a la Cuarta Transformación habrá que prepararnos para los ajustes que vienen.
Ya se adelantaron las reformas fiscales y electorales. La primera se extenderá hasta la clase media alta y la segunda hacia los partidos opositores.
El recurso público será para los pobres y la política de subsidios estará por encima de la inversión pública en el desarrollo.
López Obrador tiene claro que pasó con creces el referéndum electoral del 6 de junio: mayoría legislativa federal, ya con el control del Senado; 11 de 15 gubernaturas en la bolsa y 20 congresos locales para validar las reformas que se requieran.
Estados Unidos ha intensificado su presencia en el país, porque ya se dieron cuenta que el camino de la 4T no se dirige hacia el norte, sino al sur: Bolivia, Cuba, Venezuela, Perú, Nicaragua, Argentina, Chile y Brasil.
Y en este reacomodo la cada mayor injerencia del Estado en las decisiones económicas.
No se olvide que Puebla fue sede, en 2019, de la reunión internacional de izquierda.
El llamado Grupo Puebla emitió la declaración final del encuentro “para construir un proyecto común para la región que logre una sociedad más justa e igualitaria”.
El académico de la Universidad de Georgetown, Pedro A. Urruchurtu apunta que este modelo pretende destruir las democracias en América Latina, además de usar la persecución contra dirigentes corruptos, la mayoría vinculados a la trama de Odebrecht.
Así que López Obrador se cargó más a la izquierda y nadie se lo puede hoy impedir.