25-04-2024 07:41:03 AM

El regreso de Calderón

Por Valentín Varillas

 

El grupo político del ex –presidente Felipe Calderón ha regresado al PAN con más fuerza que nunca.

A pesar del severo rompimiento en la coyuntura electoral del 2018, hoy pretenden ocupar espacios importantes en la oferta política de los partidos con los que irá en coalición el blanquiazul.

Y a partir de ahí, ir escalando posiciones hasta llegar, si es que es eso posible, a los lugares de privilegio que ocuparon durante sus años de gloria.

Margarita Zavala, faltaba más, es la punta de lanza.

El perfil que encarnará la parábola bíblica de “la hija pródiga”, para intentar vestir con un poco de congruencia tan bizarro regreso.

Y es que, para la posteridad, han quedado grabadas las opiniones que Felipe  y su cónyuge emitieron sobre el partido, en medio de la calentura con la que se sudó el proceso interno para elegir el candidato presidencial idóneo para darle pelea a López Obrador.

Fue una auténtica “cena de negros”.

Se dieron durísimo, se dijeron de todo.

Zavala y compañía no tuvieron empacho en comparar la realidad del panismo con los usos y costumbres de las mafias que controlan las organizaciones delictivas.

Que intereses oscuros pesaban más que la rentabilidad electoral, al momento de la toma de decisiones y que existía un acuerdo perverso para imponer a Ricardo Anaya como candidato, aunque su candidatura significara la inminente derrota del blanquiazul.

Y tenía razón.

También la tuvo, cuando adelantó que a partir de esta catástrofe electoral, había un acuerdo implícito de dejarle el control absoluto del partido y sus liderazgos a Rafael Moreno Valle, si lograba imponer a Martha Érika Alonso como gobernadora del estado de Puebla.   

Marko Cortés le apostó todo a Rafael.

Sobre todo a imponer su voluntad a través de su enorme capacidad de comprar voluntades a cualquier precio, no importando lo estratosférico de las cifras.

Y jamás tuvieron un plan B.

En teoría, con Moreno Valle se iba a seguir al pie de la letra la estrategia que en su momento llevó a Peña Nieto a la presidencia.

Lo harían candidato en el 2024, a través de una gran alianza que llevara a todos los partidos políticos importantes a pelearle a Morena.

Puebla había sido ya una prueba del éxito en la aplicación de un esquema similar.

Tendrían las arcas del erario estatal como caja chica para financiar la campaña, tal y como lo hizo el peñismo en el Estado de México.

Se convertiría en la figura opositora por excelencia, receptora de todos los reflectores mediáticos y políticos que merecería, quien se erigiera como el único adversario con posibilidades reales de plantarle cara a la 4T.

De captar, concentrar y articular a todos los que no caben en estos nuevos tiempos de la política nacional.

Y en teoría, su reino no tendría fin.

Todo se acabó el día previo a la navidad del 2018 y la tragedia los agarró sin haber siquiera pensado en un escenario diferente.

Por eso, el regreso del calderonismo al PAN no tiene nada que ver con la empatía política, el perdón entre grupos o ni siquiera a una visión compartida de nación.

Se trata, simplemente, de una decisión pragmática, de auténtica supervivencia, ante la falta de perfiles conocidos y potencialmente competitivos al interior del partido.

Calderón y Margarita distan, por mucho, de ser los ideales para semejante encomienda.

Basta recordar el terrible saldo que aquel sexenio arrojó para el país.

Pero la realidad es que, ya no hay mucho más de dónde escoger.

En la oposición nacional, una famélica caballada tendrá que repartirse los cargos de elección más importantes que estarán en juego en junio próximo.

De todos ellos, a nadie se le ven tamaños reales para jugarla en el 2024.

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