Por Valentín Varillas
El dato es contundente, revelador: 72% por ciento de los mexicanos aprueba la gestión de Andrés Manuel López Obrador como presidente de la República.
La encuesta, dada a conocer por El Financiero, caló muy duro en los cuartos de guerra de la oposición nacional.
¿Qué hacer?- seguramente se preguntarán.
Si más de 30 mil muertos en apenas un año de gobierno, siendo la inseguridad la principal preocupación de 8 de cada 10 mexicanos, no es suficiente para hacer bajar los bonos del jefe del ejecutivo federal, será muy difícil que algo lo haga.
Y es que, tampoco los nulos resultados en materia de crecimiento económico han servido para adelgazar el grueso blindaje que protege al presidente en términos de opinión pública.
La llamada “inminente recesión” que siguen anunciando con bombo y platillo los agoreros del desastre, o preocupa muy poco a los mexicanos, o bien consideran que la realidad de la economía nacional no se debe a fallas u omisiones del modelo que se ha implementado en este gobierno.
Los dislates que han caracterizado las famosas mañaneras, en donde AMLO ha dicho cerca de 16 mil mentiras, según especialistas en el tema de la comunicación política que dan puntual seguimiento a sus conferencias de prensa, no afectan la imagen de López Obrador.
Al contrario.
La gran mayoría cree a pie juntillas lo que ahí se dice.
Este ejercicio, más que responder a una intención de rendir cuentas, ha servido para señalar con dedo flamígero a los enemigos del sistema, a aquellos que -según la óptica presidencial- se oponen al cambio y son los grandes responsables de todos los males que aquejan al país.
Por muy bizarro o surrealista que parezca lo anterior, echarle la culpa al pasado de lo que sucede hoy en México, le ha funcionado a Andrés Manuel de maravilla.
Y es evidente que lo seguirá ensayando, mientras los indicadores de aceptación sigan mostrando niveles envidiables.
Sobra decir que, hasta el momento, nos hemos equivocado quienes pensábamos que el enorme fracaso del actual gobierno en brindar mejores condiciones de seguridad, iba a ser la tumba rápida de la 4T.
Volviendo a lo político: ¿qué hará en este escenario la oposición?
¿Cómo pensar en darle forma a una estrategia efectiva de posicionamiento, que les permita ser competitivos en los procesos electorales que vienen?
Las intensas campañas en redes sociales, orquestadas obsesivamente por los críticos presidenciales, han fallado de forma monumental.
No le han hecho nada, absolutamente nada.
El reinventarse, se ha convertido en una necesidad de supervivencia para quienes intentarán disputarle el poder a Morena en la presidencial del 2024.
Los estrategas, aquellas “mentes brillantes” que cobran millonarios salarios por sus servicios, tendrán que dedicarle horas extras a encontrarle la cuadratura a este complicadísimo círculo.
O bien, se verán obligados a esperar tres campañas presidenciales e inventarse un nuevo López Obrador.
