Por Valentín Varillas
Las relaciones entre el presidente López Obrador y el partido que lo llevó al poder han alcanzado su peor nivel.
Si bien, bajo el esquema piramidal que rige al interior del Movimiento de Regeneración Nacional, pensar en un probable rompimiento resulta prácticamente imposible, lo cierto es que existe mucho, muchísimo frío entre ambos.
A AMLO no le ha gustado el desempeño de Morena como partido del que emana el presidente.
Mucho menos, el comportamiento mostrado por algunos de sus alfiles, dignos de su absoluta confianza, quienes no han estado a la altura de las necesidades de los nuevos tiempos.
No quieren asumir el papel que ahora les toca jugar y han caído en aquellos excesos, actitudes y prácticas que hasta hace muy poco combatían.
La molestia del jefe del ejecutivo federal inició con el proceso de renovación de los liderazgos de Morena.
El manoseo de las asambleas, la cooptación de los militantes, las burdas acciones que violan las condiciones mínimas de legalidad y transparencia, necesarias en cualquier procedimiento que pretenda ser considerado como democrático.
Estas prácticas, que caracterizaron el juego político en México durante décadas, fueron criticadas hasta la saciedad por el propio López Obrador en tres campañas presidenciales
Para él, es una incongruencia mayúscula que hoy las ensayen sin el menor pudor, quienes vendieron una nueva forma de hacer política; otros usos y costumbres muy distintos a los que, en su momento, tanto daño le hicieron al país.
La gota que demarró el vaso fue la negativa de Morena a cumplir con su promesa de llevar al congreso federal una iniciativa para reducir a la mitad el dinero público que se destina a los partidos políticos nacionales.
Era un compromiso acordado con López Obrador.
En campaña, la presidenta nacional de Morena, Yeidckol Polevnsky, se cansó de declarar públicamente que esta medida era urgente, que era un “crimen social” que en un país con las carencias del nuestro, los partidos políticos recibieran miles de millones de pesos del erario.
El tiempo pasó y la frase quedó ahí, como monumental prueba de su gran incongruencia.
En el tema presupuestal no habrá cambios para el 2020, en términos de lo que marca la Ley General de Partidos Políticos y de acuerdo a lo aprobado por el Consejo general del INE, Morena recibirá poco más de 1,500 millones de pesos el próximo año.
Mientras, el presidente vende todos los días un gobierno que se rige bajo los más estrictos postulados de la austeridad republicana.
El enojo presidencial con su partido, López Obrador lo ha centrado en la figura de la señora Polevnsky.
Según sus más allegados, en los últimos meses, se ha caído estrepitosamente del lugar de privilegio que ocupaba en el círculo más cercano a Andrés Manuel.
La Yeidckol agresiva, echada para adelante, contestataria y fustigadora de opositores, fue muy valiosa para la obtención de los importantes triunfos electorales que tuvo Morena, a nivel federal y en los diferentes estados de la República, incluido Puebla.
Sin embargo, ya como partido en el gobierno, esas “cualidades” se han convertido en un auténtico lastre.
Sobre todo porque ya probó las dulces mieles del poder absoluto y quedó encantada. Le gustaron tanto que parece estar dispuesta a hacer todo, absolutamente todo, con tal de seguir disfrutando de ellas, por los siglos de los siglos.
Inclusive, distanciarse políticamente del presidente más fuerte en términos de control de poderes y aceptación ciudadana, además del más legítimo en términos de número de votos.