Por Alejandro Mondragón
Conforme avanzó la campaña electoral en Puebla, el morenovallismo fue sacrificando sus piezas del ajedrez.
Por lo visto, lo único que se hace es proteger a La Reina.
Los peones, como Alejandro Romero Carreto y Nueva Alianza, fueron sacados de la jugada antes de lo esperado.
Las Torres (fórmula al Senado), Alfiles (candidatos a diputados federales) y Caballos (abanderados a alcaldes) no han sido capaces de contener la embestida del tsunami de AMLO, por lo que se nota en los sondeos.
En Por Puebla al Frente ya nadie se acuerda de Ricardo Anaya, no sólo en el discurso, sino en la misma publicidad, donde cada vez se hace más grande el logo del PAN y se achica el nombre de su carta presidencial.
Las acciones de Ignacio Mier en Tecamachalco y Julio Lorenzini en San Pedro Cholula, de usar desde la imagen de Andrés Manuel López Obrador hasta pedir el 2 de 6 (votar por Martha Érika y ellos mismos), evidencian que salvo la campaña a la gubernatura, todo lo demás quedó a la deriva.
Los esfuerzos, empero, se centran ahora en arroparse en el voto duro panista de la zona metropolitana, bajo la figura de Eduardo Rivera Pérez, de quien los candidatos a diputados están agarrados como de un clavo ardiente.
Desbaratar la coalición en los municipios y legislaturas locales para unificar a todos en la candidatura a la gubernatura cobra factura.
Aún con todo este escenario, las encuestas apuntan a que Martha Érika puede obtener una ventaja de 7 puntos como máximo, pero no le garantiza al morenovallismo la mayoría legislativa y menos perder más alcaldías de las presupuestadas.
Si algo sabe el morenovallismo es ganar elecciones y no van a dejar perder la oportunidad de demostrarlo, pero la ola pejista viene fuerte.
La operación electoral se encamina a 1 de 6, con todo lo que ello implique.