Por Alejandro Mondragón
Ricardo Anaya está en el tercer lugar de las preferencias en Puebla. 4 a uno debajo de Andrés Manuel López Obrador y un punto menos que José Antonio Meade.
Las encuestas de Reforma, Mas Data y Massive Caller así lo establecen con claridad.
¿Y?
Dos ópticas, la de Anaya y la morenovallista.
1.- De qué le sirvió a Ricardo Anaya cederle al ex gobernador Rafael Moreno Valle el papel de Gran Elector en el Frente por Puebla: Gubernatura, la fórmula al Senado, su posición pluri a la Cámara Alta del Congreso de la Unión y las mayorías de las diputaciones federales, locales y hacer lo que quiso con las presidencias municipales.
¿Chamaqueado Ricardo?
Tampoco lo creo. Sabe que no tenía otra ruta más que involucrar a Moreno Valle en las complicidades electorales, toda vez que ante los inevitables resultados del 1 de julio no tendrá autoridad moral para reclamar la dirigencia del PAN. Sin embargo, tampoco pasaba nada si le daba menos.
2.- Anaya es hoy un candidato que resta al proyecto a la gubernatura y contamina la opción de tener el control del Congreso. Ricardo no jala, arrastra a Martha Érika. ¿Cómo le van a cumplir el compromiso de que Puebla sería ganada por el candidato presidencial panista?
¿Qué hacer?
Hay preocupación, aunque falta todo lo que se ha preparado para la campaña. No cabe duda que ya no es tentación, sino realidad el uso de la guerra sucia, el golpe bajo, los personajes tóxicos ya se encargan de la movilización en redes y calles.
Moreno Valle no será Peña Nieto, si le quieren quitar Casa Puebla que se la quiten a madrazos, no con votos.
Lo peor está por venir.
