Por Alejandro Mondragón
Quienes esperan una campaña diferente, sin guerra sucia, a la gubernatura de Puebla, pueden seguir sentados.
Y es que aunque el discurso de la candidata de la coalición Por Puebla al Frente, Martha Érika Alonso, se aleja de la belicosidad del grupo, en los hechos la guerra ya se desató.
Ayer fue el PRI (2013 y 2016), hoy (2018) es Morena y su candidato Luis Miguel Barbosa.
En redes sociales usan los mismos bots para denigrarlo, las llamadas vía whatsapp para condenarlo, y los niños cantores del morenovallismo en los medios ahora practican el nado sincronizado.
La trampa, el golpe bajo, el navajazo cebollero y hasta la patada a la cabeza son las tácticas y estrategias empleadas en el pasado que ya se repiten.
Lo que quiere la candidata Martha Érika, en sintonía con el gobernador Antonio Gali, no le interesa al ex gobernador Rafael Moreno Valle.
Había prometido quedarse al margen del proceso, pero tiene en su residencia de Las Fuentes un auténtico bunker, donde se lanzan las directrices para espiar, infiltrar y cooptar la campaña de Morena.
Lo que no se está ganando con los poblanos, se quiere arrebatar a madrazo limpio. Ahí están los casos de mujeres como Violeta Lagunes o Paola Migoya que usan los ataques contra Barbosa y la dirigencia de Morena, como si fueran Pablo Rodríguez Regordosa o Patricia Leal.
Los ataques cada vez reflejan más su desesperación, además de que confirman que ya se rompió el empate técnico a favor de Barbosa.
Eso de pretender crear en el imaginario colectivo que el morenovallismo lleva ventaja de dos dígitos para ubicar en la barrera del 42 por ciento a la candidata panista, ya nadie lo cree.
Los rudos controlan la campaña morenovallista. No habrá tregua. Lo que está en juego es la libertad, de ahí que la madriza arreciará.
El único problema es que a Barbosa jamás se le podrá acusar de marinista, más bien de morenovallista en fuga.
