Por Alejandro Mondragón
Se equivocan rotundamente aquellos que piensan que el morenovallismo puede rendir la plaza en aras de congraciarse con el precandidato del PRI a Los Pinos, José Antonio Meade.
La ecuación es simple. A Moreno Valle lo guía un proyecto, a Meade una candidatura.
¿Qué, no lo conocen?
Ya lo dijo claramente: nadie negocia lo que es suyo.
El ex gobernador de Puebla construyó desde hace años un andamiaje de poder con influencia y control de los poderes fácticos.
El establishment poblano tiene dueño, aunque a nadie le parezca. Lo hizo porque los poblanos se lo permitieron.
Moreno Valle ha sido siempre consistente a lo largo de los años: jamás cambia de caballo a la mitad del río.
Y en esta ocasión ejercerá el poder de dominio de la plaza para dejar en claro que cualquier político que aspire a ganar Los Pinos deberá negociar con él.
Lo hará el PRI y más su amigo José Antonio Meade, lo mismo que el PAN de Ricardo Anaya por más que lo odie y el PRD de Miguel Mancera por mucho que lo rechace.
No veo a Moreno Valle sacrificando sus cartas para quedar bien con nadie. En seis años jamás negoció, siempre impuso en aras de ganar “todos”.
Meade y Peña Nieto saben que el poblano cuando se lo propone respeta acuerdos. Ellos necesitan alrededor de 300 mil votos para sumarlos a la bolsa de sufragios que se contará en todo el país para ganar Los Pinos.
No vendrán a disputar la plaza, porque saben que un enfrentamiento o pérdida de control del morenovallismo implicaría para ellos una opción para Morena y López Obrador.
Si se pelean y gana AMLO, seguro terminarán en la cárcel, los peñistas y morenovallistas.
Lo más siempre puede a lo menos.
Lo conducente es que al morenovallismo le dejarán hacer lo que le plazca. El problema es para el PAN, porque lo que veremos en candidaturas serán incondicionales al grupo que garanticen lealtad a Moreno Valle con Meade, lo que implica que si se les pide perder, perderán.