Por Valentín Varillas
En el argot político se le conocen como “chivos expiatorios”.
Son muy socorridos en casos de emergencias o escándalos para salvar a como dé lugar la honra e imagen de sus jefes, quienes los hicieron y a quienes le deben todo, absolutamente todo lo que hoy son.
Cualquier personaje poderoso o influyente de nuestra vida pública, que se precie de serlo, cuenta con una buena cantidad de ellos.
En el caso de Rafael Moreno Valle, envuelto en una serie de severos cuestionamientos sobre acciones fuera de la ley cometidas durante su sexenio, hoy resultan absolutamente fundamentales para que su plumaje logre cruzar el pantano sin siquiera mancharse.
Bueno, por lo menos en su lógica.
Rafael es un auténtico maestro en las crueles artes de sacrificar a quien sea, con tal de salir avante de cualquier temporal que intente desestabilizar el barco que navega.
Así lo hizo desde la Secretaría de Finanzas –en tiempos de Melquiades Morales- con el tema del “hoyo financiero”, uno de los casos más escandalosos de desvío de recursos del erario poblano.
En términos legales, el autor y operador principal de esta, no tan complicada red de ordeña de dinero público del presupuesto estatal, salió avante del tema.
Otros fueron los que, en mayor o menor medida, pagaron los platos rotos.
Ya como gobernador, esquemas similares se repitieron hasta la saciedad.
Los primeros nubarrones que empañaron su mandato se dieron con la detención de sus más cercana aliada y madrina política, Elba Esther Gordillo, por parte del gobierno federal.
Cuando el pronóstico era de auténtico desastre para él y su grupo, nada pasó.
Lejos de aniquilarlo políticamente, el gobierno federal prefirió ganar un aliado estratégico incondicional que le sigue siendo rentable hasta la fecha.
¿A cambio de qué?
¿Cuántos sacrificados hubo en la maniobra?
Así pasó con el caso de Chalchihuapan y el cobarde asesinato de un niño indígena a manos de policías estatales.
La negativa de asumir cualquier tipo de responsabilidad llegó hasta la obsesión.
Se atrevieron no solo a mentir, llegaron a manipular a las instituciones del estado y a desafiar las mismísimas leyes de la física con tal de encubrir a los homicidas, pero sobre todo, a quien dio la orden de reprimir para “sentar un precedente y evitar más marchas y manifestaciones”.
El hoy Fiscal Carrancá fue usado para defender en medios nacionales la ridícula versión oficial de los hechos, algo que lo marcará de por vida.
Cuando la CNDH les corrigió la plana, el hilo se rompió por lo más delgado con la supuesta encarcelación de un grupo de uniformados, que ni siquiera sabemos si sigan todavía presos y mucho menos si tuvieron algo que ver realmente en el asesinato de José Luis.
Cuando se destapó la primera cloaca de la enorme complicidad de autoridades estatales de altísimo nivel con las bandas de delincuentes dedicadas al robo de combustible, el terrible Facundo Rosas pagó con su chamba.
La detención del director de la policía estatal, Marco Estrada y del jefe de operaciones especiales de la dependencia, Tomás Méndez, hicieron imposible su continuidad en el gabinete.
Lo que no hizo Chalchihuapan lo hizo el huachicol.
El tema se trató, en lo mediático y en lo político como un foco de corrupción “focalizado”, intentando vender a la opinión pública la risible versión de que ni el entonces gobernador ni sus hombres de más confianza sabían de la colusión y los millonarios beneficios que ésta arrojaba.
El escándalo del huachicol, como autentico bumerang, regreso para impactar de frente al morenovallismo.
Cada vez surgen más y contundentes pruebas de esta complicidad que algunos ilusos se empeñan en negar.
Y no son fotografías, faltaba más, es mucho más cercano y comprometedor que eso.
Los paganos ya empezaron a desfilar.
Son los que han salido a “defender” a Moreno Valle en foros públicos, obedeciendo una orden imposible de desairar.
No son casuales las filtraciones mediáticas de situaciones que comprometen a los aludidos.
Entre más se hundan ellos, más se salvará su jefe.
Por más valiosos que sean los servicios prestados en su momento a la causa.
Todo se vale con tal de no salir raspado.
Lógica elemental cuando se trata de política.
Lo mismo sucederá con el escándalo de la red de espionaje operada en el sexenio anterior, en donde ni el presidente Peña se salvó.
Algunos se mancharán, otros caerán, pero quien dio la orden de echarla a andar y garantizó los recursos para su funcionamiento, no tendrá ningún problema.
Ya lo verá.
Por eso la lógica de espiar a los cercanos y conocer sus puntos vulnerables.
Así, solo así, pueden ser desechados en el momento en el que se requiera.
Y con elementos para hacerlo.
Rafael fue muy generoso con ellos: los dejó hacer y deshacer a cambio de una lealtad que tiene que ser a prueba de balas.
Es la filosofía del “úsese y tírese”, en donde todos, absolutamente todos son desechables, prescindibles, menos uno.
Nada más uno.
Los escándalos seguirán.
Todo parece indicar que esto apenas empieza.
La exposición de personajes que pagarán -en lo jurídico y en lo mediático- culpas propias y ajenas, seguramente seguirá creciendo.
El problema es que esta lista es finita, tiene un número determinado de nombres que ya no puede crecer.
A estas alturas, resulta difícil concluir qué hay más: si escándalos o potenciales chivos expiatorios.