Por Alejandro Mondragón
La noche de los cuchillos largos llegó en el PAN. Todo aquello que atente contra los intereses del dirigente nacional Ricardo Anaya será aniquilado.
Está claro que no es lo que afecte al partido y sus militantes, sino a la nomenclatura anayista.
La locura se desató la noche del 1 de septiembre cuando en comunicaciones oficiales se anunciaron sanciones contra los traidores que avalan al fiscal al modo, encabezados por el senador Ernesto Cordero.
En realidad, Anaya se pone al brinco con unos, pero cobardemente se hace bien Ricardo con otros. A los morenovallistas ni los citan, ni amenazan.
Los senadores Javier Lozano, Salvador Vega Casillas, Jorge Luis Lavalle y Roberto Gil Zuarth, forman parte del ganado morenovallista. Son sus operadores en sus estados y además representan sus intereses en la Cámara Alta del Congreso de la Unión.
Ellos son quienes traen el pacto de Peña Nieto con Moreno Valle para achacarle la traición a los calderonistas.
Anaya está en este juego. Si tanto le importa el partido, ¿por qué motivo Ricardo jamás impuso una sanción estatutaria a los panistas que validaron el gasolinazo?
Así es, ooooootro acuerdo Moreno Valle con Peña Nieto, por la vía de José Antonio Meade.
En octubre del año pasado, contra lo dispuesto por el PAN, los legisladores morenovallistas, 7 de ellos, aprobaron con el PRI la legislación que abrió paso al aumento indiscriminado en las gasolinas.
A ellos, ahora los van a premiar con nuevos cargos de elección popular, porque ya lo dispuso Moreno Valle para Puebla.
Los legisladores federales que avalaron el gasolinazo fueron Eukid Castañón, Genoveva Huerta, Hugo Alejo Domínguez, Miguel Ángel Huepa, Mónica Rodríguez Della Vecchia, Rubén Garrido y Arminda García.
¿Se imagina usted a Genoveva Huerta tocando su puerta como la candidata a la diputación local de Puebla?
“Yo aprobé el gasolinazo, quiero su voto”.
Hermoso.
Pues a estos, Ricardo Anaya ni los molestó con el pétalo de una rosa. Sólo se la aplicó a Eukid Castañón en su papel de vicecoordinador parlamentario.
Hasta ahí. Moreno Valle hace lo que quiere y Anaya lo concede. ¿Miedo? ¿alianza encubierta? ¿doble juego?