Por Valentín Varillas
Rosario Robles rechazó ser la responsable de la operación electoral del gobierno federal para Puebla, en la elección del próximo año.
Apenas hace unos días, en reunión con un grupo de poblanos que tendrán responsabilidades concretas en el proceso de obtención de votos para el PRI, la titular de la Sedatu hizo patente su negativa a hacerse cargo de lo que ella misma consideró como “una misión perdida”.
El hecho llama la atención porque, precisamente, su supuesta mano derecha, su hombre de mayor confianza, el subsecretario Juan Carlos Lastiri, dice que peleará hasta el final por ser el candidato tricolor al gobierno del estado.
Sin embargo, para Rosario, eso no es suficiente para animarse a entrarle, otra vez, a Puebla.
O tal vez, precisamente porque sabe que no será Lastiri, rehúye la responsabilidad.
Para nadie es un secreto que Juan Carlos no cumple, ni siquiera modestamente, con los requisitos de rentabilidad mínimos, como para ser considerado un contendiente con posibilidades de competir dignamente.
Por más eventos que lleve a cabo, por más organizaciones que cree, por más exposición en redes sociales, en el gobierno federal saben que si quieren sumarle votos a quien resulte el candidato del PRI o si quieren que su frente Anti-López Obrador se fortalezca, tendrán que maximizar la cantidad de votos que se obtengan en el estado que aporten un buen número de ellos al padrón nacional.
No tienen de otra.
Tal vez así, y sólo así, puedan aportarle algo útil, por primera vez, a los intereses electorales del presidente Peña.
En este contexto es lógico que, Lastiri -principal conocedor de sus impedimentos para plantarle frente al morenovallismo en el proceso del 2018- esté simplemente estirando la liga en aras de lograr lo que verdaderamente quiere.
Un simple pago de factura.
Que lo nombren candidato al Senado de la República en un buen lugar de la lista nacional plurinominal y así, ser compensado por haberse bajado de la fórmula en el 2012 para honrar la famosa cuota de género que perfiló a Lucero Saldaña como compañera de Blanca Alcalá.
Si no va Lastiri a pelear directamente por votos en la arena política real, Chayito no ve razones de peso para desgastarse en una lucha titánica que hoy luce de antemano perdida.
Robles es fundamental en el presupuesto electoral de Los Pinos.
Se trata de la auténtica “Santa Claus”, la encargada de operar los programas sociales del gobierno federal; esos que alegremente se desvían para amarrar victorias de los candidatos priistas en aquellas entidades que son prioridad para el presidente y su grupo.
Ahí están los ejemplos del Estado de México y Coahuila, en donde impusieron gobernadores a sangre y fuego.
Desviaron lo que había que desviar, sin importar los montos.
Secretarios federales visitaron una y otra vez los municipios de esos estados, en giras descaradamente atípicas, en donde entregaron dádivas y más dádivas para la consabida compra de conciencias.
El día de la elección manipularon todo, hasta el programa electrónico de resultados preliminares, con la enorme complacencia de las autoridades encargadas de la organización de los procesos y las instancias encargadas de impartir justicia electoral.
¿Conclusión?
Cuando quieren de verdad ganar, lo hacen, a como dé lugar.
Con Robles fuera del mapa poblano, el mensaje es claro: los que se van a encargar de cuidarle las espaldas al presidente van a ser lo morenovallistas.
Nadie más.
Con los enormes beneficios que para ellos conlleva.