Por: Valentín Varillas
Será a más tardar en marzo próximo, pero determinará mucho de lo que sucederá con el PRI de cara a la elección presidencial del 2018.
Se trata de la importantísima XXII Asamblea Nacional del partido, en donde definirá las reglas que el partido seguirá para la determinación de su plataforma electoral.
Por eso, muchas de las cosas que sucederán en los próximos meses en el círculo más íntimo del presidente Peña, tendrán como fin último esa coyuntura.
Su mejor aliado en la misión, -sobra decirlo- es el propio presidente del CEN priista, Enrique Ochoa Reza.
Su peor enemigo: el pésimo posicionamiento del gobierno federal entre la opinión pública nacional y la bajísima popularidad de quien lo encabeza.
Este par de debilidades, fortalecen a otros grupo que, en aras de su supervivencia, maximizarán esfuerzos para colar la mayor cantidad de posiciones propias en el centro neurálgico de la toma de decisiones del partido.
Zedillistas y salinistas buscarán que los reacomodos internos de fin de sexenio modifiquen la correlación de fuerzas a su favor y que, en cualquier escenario, salgan beneficiados.
Los primeros buscarán tomar por asalto al tricolor y de esta forma tejer su potencial regreso como grupo hegemónico priista.
Los segundos, tienen como eje central de acción una propuesta de cambio radical en la forma de hacer política en México, única por sus dimensiones y alcances.
Un modesto ejemplo de lo que se plantea, lo encontramos en algunos de los más recientes mensajes que ha manejado el ex líder nacional del partido, Manlio Fabio Beltrones, en distintos medios y en sus cuentas de redes sociales.
El sonorense declaró en entrevista con La Jornada, publicada ayer, que el actual sistema político nacional “está ya agotado”.
Profundizó, además, en su propuesta el establecer en México un gobierno de coalición, en caso de que ningún candidato consiga como mínimo un 42 por ciento del total de la votación final en el 2018.
Es decir, habría que negociar posiciones con otras fuerzas políticas.
Manlio Fabio asegura que la renovación del sistema es urgente, ya que se trata de un modelo que se aplica desde el siglo pasado y que su prevalencia ha generado en México severos problemas de gobernabilidad.
No parece casual que, un viejo lobo de mar de la política nacional, proponga algo así en la coyuntura actual.
El derrotero que tome al final la próxima Asamblea Nacional del PRI, será fundamental para determinar su futuro como partido.
Como en aquel 1987, están dadas hoy las condiciones para que se dé una importante escisión que en esta ocasión puede ser mortal para su permanencia como opción competitiva en el sistema de partidos nacional.
Opciones viables existen de sobra para los potenciales disidentes.
¿Refundación?
¿Continuismo?
¿Desaparición?
Hay mucho en juego y los tamaños de los apetitos predicen una lucha sin cuartel.
Fractura a la vista.
