Por Alejandro Mondragón
El proceso de certificación del Hospital Universitario de la BUAP, tras la millonaria inversión que incluyó una torre médica, exhibe ooootra transa desde Rectoría.
Los académicos señalan que esta acción huele al inicio de la privatización del HUP con el despojo de todos los derechos de atención médica a los universitarios.
Para conseguir la certificación del Consejo de Salud General tiene que validar a 200 médicos, de los cuales el HUP sólo cuenta con 17 doctores certificados.
Y aquí viene el negocio. Se propuso a los 183 médicos restantes que paguen a los operadores de Alfonso Esparza tres de las 10 consultas que atienden al día para pasar la prueba.
Los doctores ya empezaron a protestar con esta transa, pero quien no le entre no será contratado por la institución; sólo prestaría sus servicios como si el HUP fuera hospital privado.
A Esparza le echan en cara su mentira y violación del Contrato Colectivo de Trabajo tanto del personal académico como administrativo, donde se establece el ofrecimiento de un servicio médico gratuito, eficaz e inmediato a toda la comunidad universitaria y sus familias.
El HUP hoy no cubre las necesidades básicas, carece de médicos, especialistas y los estudios clínicos se tienen que realizan en laboratorios particulares ante la incapacidad del nosocomio.
Los sindicatos son cómplices de Esparza y su pandilla.
Los problemas del Hospital Universitario no terminan ahí. Con esto de la modernidad, los directivos del nosocomio decidieron cambiar el sistema digital del archivo clínico por otro software, pero se les olvidó respaldar la información.
Y tararán: perdieron todo el historial digital de los derechohabitentes.
Ahora muchos pacientes ya no tienen derecho a su consulta ni al abastecimiento de medicamentos, por la falta de registro clínico.
Qué poca madre.
A los directivos no les importa, porque ante casos urgentes mandan a los pacientes a laboratorios de amigos para que los atiendan a bajo costo.
La transa avanza en la BUAP.
RIVERA EN QUINTAROO
El exalcalde de Puebla, Eduardo Rivera Pérez, ya fue involucrado en el proceso de entrega-recepción del gobernador electo de Quinta Roo, Carlos Joaquín.
No será el coordinador. Participa en el proceso con Francisco López Mena, excolaborador de Felipe Calderón y panista, así como con la académica Rocío Moreno. A ellos les tiene confianza.
Joaquín optó por personajes ajenos a la clase política regional.
La cercanía de Rivera con el góber electo es la lejanía con el de acá.