Darle forma a un acto de apoyo a las aspiraciones de los blanquiazules, que contara con la intensa cobertura de los medios cómodos al régimen, fue la estrategia que en teoría maximizaría los beneficios para la organización.
Así fue como Díaz García se puso en contacto con su amigo Damián Hernández, ex incondicional de Enrique Agüera y quien en la campaña se desempeñó como asesor de la dupla Trauwitz-Cabalán.
El ex-universitario se encargó de convencer a los candidatos, asegurando que el apoyo del gremio taxista iba a ser fundamental no para ganar, que ya lo daban por hecho, sino para aplastar a los candidatos priistas.
Y así fue.
Los abanderados morenovallistas aceptaron encantados y decidieron sumar al acto de apoyo al joven Javier Albizuri y a su suplente, otro abanderado cercanísimo a quienes hoy se mueven en lo más alto del poder político poblano.
El evento se llevó a cabo según el guión establecido.
Nada se salió de control.
Díaz García y compañía se comprometieron a “apoyar con todo” el proyecto legislativo de los panistas.
Trauwitz, por su arte, juró ante la cruz darle forma a una agenda que tocara temas de interés para los taxistas y trabajar en función de sus necesidades.
Albizuri fue más allá y prometió legislar a favor de un “aumento de salario” y de “proteger a un gremio como éste, que genera empleos”.
El acto de campaña fue considerado por ambas partes como “un éxito rotundo”.
Sin embargo, no fue considerado así en la oficina principal de Casa Puebla.
Y es que, el acercamiento con el Consejo Taxista no fue palomeado por los operadores principales del morenovallismo.
Es más, fue considerado por ellos como dañino en todos los sentidos.
De entrada, haberle arrebatado al PRI el apoyo del Consejo Taxista, no es, ni de lejos, algo de qué presumir.
Al contrario.
Si los poblanos le dieron el apoyo mayoritario al proyecto de Rafael Moreno Valle en el 2010 fue porque estaban cansados de los amarres priistas con este tipo de organizaciones.
Grupos cuyos líderes se enriquecen y obtienen atractivos beneficios personales, a cambio de manejar a sus afiliados como carne de cañón electoral.
La sociedad en las urnas votó por algo, en teoría, diferente.
Es más, en esa campaña, Díaz García y su consejo se sumaron con todo a apoyar al entonces abanderado priista, Javier López Zavala.
Además, en el apoyo taxista a los candidatos consentidos del gobernador y del alcalde existió otro cuestionamiento mucho mayor.
Recientemente, para justificar la puesta en marcha de la segunda troncal de RUTA y la expropiación de concesiones que operaban sobre la 11 Norte-Sur, el gobierno estatal vendió mediáticamente la urgencia de terminar con la mafia del transporte público.
Esa mafia nefasta que tanto daño le hacía a los usuarios y que tenía en políticos y líderes gremiales a sus principales beneficiarios.
¿Y qué me dice de la mafia taxista?
¿No opera bajo criterios similares?
¿No han habido, hay y habrán políticos involucrados?
¿No resulta, en los hechos, igual de dañina?
¿No se supone que, por un asunto de estricta congruencia, también habría que exterminarla?
La libre competencia que significa la entrada de empresas privadas al sector, puede ser un paso importante en este sentido.
¿Por qué combatir a unos y aliarse con otros, iguales o peores?
El asunto no cayó nada bien y hoy ha sido clasificado ya como uno de los muchos, muchísimos errores que tuvieron como colofón las estrepitosas derrotas electorales en los distritos seis y doce.
Para Ripley.
