Esto ha generado una nueva e importante fractura al interior del grupo más cercano al gobernador, lo que ha derivado en la formación de bloques que se mueven y operan bajo lógicas absolutamente distintas y con reivindicaciones mutuamente excluyentes.
Sobra decir que los madrazos entre grupos están a la orden del día.
Grillas, amarres, campañas de desprestigio y en los casos más graves, auténticas conspiraciones que tienen como principal objetivo denigrar al adversario ante los ojos del todopoderoso, responsable único de la decisión final.
La lucha de poder ha sido de tal intensidad que, asuntos y temas de índole estrictamente personal ya son utilizados como materia prima para la batalla, lo que ha tenido como obvia consecuencia diferencias irreconciliables entre los protagonistas.
Por cierto, la ambigüedad de las señales enviadas por Moreno Valle al equipo han sido la causa principal del nerviosismo y descontrol que han vivido en las últimas semanas personajes como el alcalde Tony Gali o el diputado Jorge Aguilar Chedraui, en teoría dos piezas fundamentales en el ajedrez sucesorio del régimen.
Ambos han vivido en carne propia los altibajos del trato oficial: una auténtica y contradictoria montaña rusa de actitudes, señales, apoyos, boicots, tratos y maltratos.
No hay reglas claras al interior del equipo y todos se mueven dando palos de ciego, esperando el premio o la reprimenda de su jefe político.
Es un “todos contra todos” que se ha desatado sin medir las potenciales consecuencias.
En los hechos resulta imposible saber si lo anterior responde al natural nerviosismo que supone para el mandatario el entrar a la recta final de su mandato y al mismo tiempo operar su proyecto presidencial, o si se trata de un nuevo capítulo en donde de manera intencional, el gobernador echa a pelear y “amarra navajas” entre sus principales colaboradores.
Algo muy parecido vimos en la coyuntura previa al proceso electoral local del 2013, en ese momento el más importante para los intereses políticos del morenovallismo.
La situación actual que se vive al interior del grupo supone una situación de “perder-perder” en lo político y en lo personal.
Se trata de un núcleo que se mantuvo unido en coyunturas complicadas como su salida oficial del PRI y el consecuente embate que sufrió por parte del marinismo. Hoy, alcanzada la meta de llegar a lo más alto del poder, cuando la unidad tendría que ser la constante, el rompimiento no sólo es inminente, sino que será de pronóstico reservado.
La burbuja compacta, la que resistió contra viento y marea aún en los momentos más difíciles, se fracturó irremediablemente cuando se alcanzó el tan anhelado objetivo de convertirse en la corriente política dominante en el estado.
No habrá vuelta atrás y solo queda esperar el saldo final de este proceso de canibalismo que a nadie conviene.
Mucho menos al gobernador.